Cruz y playa
BANDERÍAS. Participé el viernes por la noche en Ara i aquí (La 1), programa en el que el dicharachero moderador Carlos Fuentes pone su espíritu franciscano al servicio de los que vivimos y trabajamos en Catalunya (evito escribir “el pueblo”: me sentiría político demagogo). Fuentes presta micrófono –sin distingos, sin filtros, sin miedos– al público asistente al plató, a los especialistas entrevistados y a los cuatro tertulianos. Lo hace y nos muestra cómo se hace algo muy valioso: ¡escuchar! Fuentes escucha muy bien: nunca riñe, nunca estigmatiza. Aunque sean opiniones difíciles de escuchar, Fuentes las atiende y acoge todas con idéntica compasión. ¡Es algo muy raro y valioso! Fuentes escucha con imperturbable estoicismo cualquier idea, escucha con saludable estoicismo cualquier reflexión, escucha con jovial escepticismo a toda persona. Y siempre con buen humor. ¡Con buen humor! Esto será cada día más raro, dados los tiempos que vienen corriendo, será cada día más valioso. Fuentes me evoca esta enseñanza del filósofo Arthur Schopenhauer: “Acostúmbrate a escuchar todo sin inmutarte, ponderando la insignificancia de quien lo dice y de sus opiniones, y abstente de discutir”. ¡Es una gran enseñanza que ayuda mucho a ponerse del volteriano lado de la palabra libre! Me inspira a vivir en sociedad con espíritu compasivo: todos tenemos una cabeza bullente de absurdas ideas (o, mejor: no tenemos ideas, ¡las ideas nos tienen a nosotros!) y podemos compartirlas... procurando no darles mayor importancia. Así escuchó Fuentes en plató al
Fuentes escucha, sin reñir a nadie y con idéntica compasión, todo tipo de opiniones en su ‘Ara i aquí’
líder de Segadors del Maresme, vecino de Canet que siega cruces amarillas en playas catalanas. Aproveché para sugerirle al tal “segador” que no usurpara una función que le corresponde a la policía que yo pago (con mis impuestos). Me replicó el “segador” que los mossos se le declararon incompetentes en la materia y le animaron a retirar las cruces particularmente... “sin meterme en enfrentamientos”. De ser cierto este relato, deberé pedir a la Generalitat –es decir, al Estado en Catalunya– que deje de cobrarme parte de mis impuestos, dado que la policía delega su función en un vecino. ¿Para qué pagar una policía de todos si se impone el somatén de parte? Veo que hoy se lleva mucho que desde las instituciones se proceda a desmontar la sociedad para diluirla en la manada callejera... Veo que se lleva que las instituciones nos empujen a los vecinos al somatén, la bandería, los juegos del hambre y la guerra civil de cruz y playa.
CRUDEZA. La catedral del mar, la serie recién estrenada (Antena 3, miércoles noche), ha decidido agarrarnos fuerte por algún miembro sensible y apretar hasta que duela: arrancó con crudeza, con escenas sanguinarias de maltrato, abuso, tortura , violación, latigazo y muerte. Cuándo se nota tanto el empeño, algo de eficacia se pierde. Prefiero contención y el sorpresivo impacto de un aislado y verosímil trallazo. ¡La vida real es más así, más traicionera! Pero confío en esta serie, confío en que La catedral del mar sepa darme un respiro y me permita sumergirme en el medioevo barcelonés.