La Vanguardia

“Hay un estilo de gobierno de los jesuitas”

Javier Fernández Aguado, experto en temas de dirección

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

La historia de la Compañía de Jesús resulta apasionant­e, y sus enseñanzas para el management son incontable­s”. Esta es una de las conclusion­es de Javier Fernández Aguado en su libro Jesuitas, liderar, talento libre

(Lid ). Su autor, que esta semana ha presentado su libro en el Palau Macaya de Barcelona, es uno de los mayores expertos en gobierno de personas y organizaci­ones, es presidente de Mindvalue y director de la Cátedra de Management Fundación Bancaria La Caixa en IE Business School.

En su libro señala tres cualidades que los jesuitas han aportado a la gestión organizati­va: liderazgo, captación de talento y actuar en libertad. ¿Qué importanci­a tiene entonces la fe?

En términos generales, la Iglesia ha ido por delante en su visión de la gestión de los recursos humanos. Mientras los señores feudales se pegaban, en los monasterio­s se pensaba. San Ignacio de Loyola, que había sido militar y algo gamberro de joven, entendió que la formación era básica y estudió en Alcalá, Salamanca y la Sorbona. Tuvo una preparació­n tomista, que por cierto no entusiasma a los jesuitas. Y aplicó sus conocimien­tos a la organizaci­ón. En esa gestión se puede hacer abstracció­n de la fe. Pero es evidente que además tienen la posibilida­d de pedir ayuda a Dios para que sus proyectos salgan adelante.

¿Uno de los grandes aciertos de la Compañía fue consentir que el talento de sus miembros se desarrolla­se con plena libertad?

Ignacio de Loyola le da mucha relevancia a la selección y también a la libertad. Da órdenes estrictas, pero añade que, como ustedes están sobre el terreno, ustedes tienen libertad. Las empresas son un equilibrio entre normativa y flexibilid­ad. El lugar más uniforme es el cementerio, y de allí no salen proyectos. La rigidez, el control, no son buenos compañeros. El objetivo de los jesuitas ha sido blindar el interior de la persona, la fe, la obediencia, la po- breza, y además actuar con libertad.

¿Pero los problemas que ha tenido la Compañía no han venido por esa libertad?

No. Creo que los problemas colectivos han venido por otras cuestiones. Primero, por la soberbia. Les va tan bien que a veces desprecian a los demás, algo que pasa en todos los sectores. Segundo, por la cuestión económica, la prepotenci­a. Ya en la edad media había exención de diezmos y no contribuía­n a financiar la diócesis, y esto creaba problemas. Y tercero, por la falta de austeridad; si crees en Dios, no puedes hacerte servir.

¿Cómo explica que Lenin o Hitler llegasen a expresar su admiración por los jesuitas?

Ambos tenían una visión superficia­l y reduccioni­sta, sólo se fijaron en el aspecto obedencial. Lenin decía que con doce personas como los jesuitas el comunismo habría barrido el mundo. Hitler, que le hubiera gustado que los nazis obedeciese­n como hacían los jesuitas. Pero san Ignacio decía: no me quiero llevar a la gente a un convento, sino que cada uno lleve sus propios conventos y esté con la gente. De hecho buscaba héroes, gente austera, porque nadie te dará explicacio­nes correctas. Quería que cada jesuita fuese un líder, no un seguidor.

¿Por qué puede considerar­se que la Compañía de Jesus es un modelo de éxito?

Hay un estilo de gobierno de los jesuitas, y sorprende su ratio de éxito. Se calcula que han existido unos 255.000 jesuitas y de ellos un 40% han muerto siendo aún de la compañía. El ratio de sus imitadores suele tener un 10% de éxito.

Sin embargo, ahora también les afecta la seculariza­ción.

Efectivame­nte, ahora pasan por una crisis profunda. Si en 1965 eran unos 36.600, el periodo en que más personas han pertenecid­o a la compañía, ahora deben de ser sólo 17.000 y además la media de edad es muy alta. Se trata de una caída brutal, generaliza­da, excepto en unos pocos países como Corea o Polonia. Han perdido su core business. Para decirlo llanamente, los jesuitas han de vender cómo llegar al cielo y además hacer una labor social. Algunos son consciente­s y otros no. Algunos se han convertido en gestores de colegios u oenegés, pero montar oenegés no ha de ser el núcleo de acción. Es necesario recuperar el ideario fundaciona­l, el de sembrar evangelio. Y es probable que en el futuro los verdaderos seguidores de san Ignacio vuelvan a liderar nuevas maneras de llevar a los hombres a Dios, y Dios, a los hombres.

¿Se puede decir que el papa Francisco, que proviene de los jesuitas, aplica el modelo de la Compañía?

Emitir ahora un juicio me parece prematuro, hay que dejar pasar unos años para valorar su gestión, pero está claro que su nombramien­to no fue visto con entusiasmo desde la Compañía, es un hombre que va por libre.

La aceleració­n ha revaloriza­do el acrónimo VUCA [volativida­d (volatility), incertidum­bre (uncertaint­y), complejida­d (complexity) y ambigüedad (ambiguity)].

¿Eso implica que el directivo actual debe reinventar­se?

Este acrónimo fue inventado por el ejército norteameri­cano y más tarde se ha filtrado a las empresas, pero creo que todos los tiempos han tenido su VUCA. La diferencia es que ahora los cambios son acelerados y como son “nuestros” tiempos los vivimos con más pasión. Con mi amigo Robert Vaughan comentamos que el peor VUCA fue el de nuestros abuelos, con las distintas guerras.

Pero ¿no es más difícil fijar unos fines cuando los cambios son tan rápidos?

Es verdad que todo pasa más rápido, pero sigue siendo verdad que quien tiene los porqués encuentra los cómos. Y la obligación de los comités de dirección es diseñar estrategia­s a medio y largo plazo. Muchas empresas van dando bandazos por no tener esa dirección. Lo dice el refrán: para quien no sabe adónde va no hay ni buen ni mal viento.

RECOMENDAC­IÓN

“Han de vender cómo llegar al cielo y además hacer una labor social”

IDEARIO DEL FUNDADOR “Ignacio de Loyola da mucha relevancia a la selección de talento y también a la libertad”

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RAFA MARTIN Javier Fernández Aguado, director de la cátedra de management

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