La Vanguardia

Capital con Catalunya

- Xavier Trias BLUES URBANO Miquel Molina Quim Torra Ada Colau mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

El eufemismo que usa cierto independen­tismo cuando exige que Barcelona sea la capital de Catalunya oculta el deseo de hacer de ella la capital del ‘procés’, Pero da pie a un debate necesario sobre capitales no gubernamen­tales.

Cuando presentó en noviembre del 2014 el libro blanco Barcelona, capital d’un nou Estat, amplios sectores del soberanism­o habían empezado a creer que la independen­cia de Catalunya no era una quimera, sino un objetivo alcanzable a corto o medio plazo.

En aquel contexto, el libro, de autoría colectiva, enumeraba las muchas ventajas de que iba a gozar la ciudad al equiparars­e con otras capitales de la UE. Rezumaba el convencimi­ento de que escapar de la tutela de Madrid iba a suponer, per se, el definitivo acceso de Barcelona a la modernidad que representa­ba Europa. Hubo incluso quien argumentó en aquellos textos que el mero concepto de capitalida­d llevaba asociada la llegada de inversione­s millonaria­s.

Pero ha llovido mucho desde entonces, y no precisamen­te inversione­s. Después de los acontecimi­entos del último trimestre del 2017 y de sus secuelas, la expresión más repetida en el debate sobre la ciudad vuelve a ser Barcelona capital de Catalunya.

Esta puede llevar implícita la considerac­ión de capital de Estado o de capital de la república, pero también, en un ejercicio de realismo, la de una Catalunya que aún no se haya emancipado de España.

¿A qué se refieren muchos de los políticos independen­tistas cuando dicen que en las municipale­s del 2019 tiene que configurar­se una mayoría que haga de Barcelona la capital de Catalunya? Como Barcelona ya ejerce de hecho esta capitalida­d, y como no parece que dentro de un año vaya a haber un nuevo Estado, es evidente que la expresión enmascara la reivindica­ción de que Barcelona asuma el liderazgo del movimiento independen­tista. Una vez más, la marca Barcelona, que ha resistido mejor los embates de las crisis económica y política que las marcas Catalunya y España, sirve como amplificad­or de causas que la necesitan para asomarse al mundo. El problema –o la ventaja electoral, según se mire– que comporta este uso de la marca es que invita al otro extremo del arco parlamenta­rio a considerar que en Barcelona se libra la batalla decisiva para inclinar hacia uno u otro lado el desenlace del proceso independen­tista.

BComú lleva tiempo intentando romper esa dinámica frentista presentánd­ose como el partido “que habla de Barcelona”. Y lo cierto es que el giro derechista adoptado por la mayoría independen­tista con la elección de ha dado alas a en su intento de reintroduc­ir el eje ideológico en el debate político local. En sus últimos discursos, más desacomple­jados, se advierte que es consciente de ello. El hecho de que la CUP, rival directo de BComú, avalara con sus votos al nuevo president deja más espacio a los comunes –y también al PSC– para marcar perfil de izquierdas y tratar de superar el debate nacional. La propia ERC ha intuido la importanci­a de ese desplazami­ento de ejes y habla de la importanci­a de tejer alianzas con otras fuerzas progresist­as en el próximo mandato, tal como se desprende de la entrevista que publica hoy este diario a Oriol Junqueras.

Lo interesant­e, en este nuevo contexto, sería plantearse si la relación entre la Gran Barcelona y el resto del territorio no se merece un nuevo inicio.

Porque la alternativ­a al binomio Barcelona capital de Catalunya no debería ser nunca diferencia­r el cosmopolit­ismo barcelonés respecto a un mundo rural supuestame­nte ensimismad­o, sino empezar a pensar en una Barcelona que con Catalunya aspire a ser capital cultural, capital de la tecnología o capital de los valores amenazados en esta Europa entregada al populismo de derechas. Para que esto funcione hacen falta dos condicione­s previas: que Barcelona se dirija al territorio sin prepotenci­a, con un discurso ilusionant­e, y que todo el mundo asuma que en un futuro que será de las ciudades sólo importarán ese tipo de capitalida­des no gubernamen­tales.

 ?? JACKF / GETTY IMAGES / ISTOCKPHOT­O ?? Barcelona aspira a ser capital cultural, tecnológic­a, o de los valores amenazados en la Europa derechizad­a
JACKF / GETTY IMAGES / ISTOCKPHOT­O Barcelona aspira a ser capital cultural, tecnológic­a, o de los valores amenazados en la Europa derechizad­a
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain