La Vanguardia

Momento Bale

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Gareth Bale, un jugador de momentos, recuperó en media hora el crédito perdido en las dos últimas temporadas. Marcó los dos últimos goles en una final que garantiza al Real Madrid un puesto en la historia. En Kíev conquistó su tercera Copa de Europa consecutiv­a, una proeza que no se conocía desde el reinado del Bayern de Munich en los años setenta. Lo ha conseguido en una temporada que le ha dejado a una distancia sideral del Barça en la Liga española. La eliminació­n en la Copa a manos del Leganés invitó a calificar el año de decepciona­nte, pero la Liga de Campeones lo barre todo. Es el torneo que opaca todas las competicio­nes que pululan a su alrededor.

El enorme impacto de Bale en el partido explica dos caracterís­ticas primordial­es, una del equipo, la otra del jugador. Frente al disminuido Liverpool sin Salah lesionado mediada la primera parte, el Real Madrid apenas sintió la lesión de Carvajal, cuya presencia en el Mundial es más que dudosa. En su lugar ingresó Nacho, que es un reloj. Lallana sustituyó a Salah. La diferencia entre los dos es de tal calibre que el Liverpool perdió la emoción, las ideas y cualquier posibilida­d de victoria.

Sin Salah, el Liverpool se resignó a la condición de resistente, gravemente perjudicad­a por Karius, desdichado portero que quedará marcado para siempre por su lamentable actuación en Kíev. Su grosero error en el primer gol –Benzema interceptó un pésimo pase del portero con la mano– apenas tiene rival en el libro de patochadas de la Liga de Campeones. El hombre no salió del shock. Portero de mandíbula blanda, se comió el remate de Bale en el tercer gol.

Karius es el síntoma de la distancia entre el Real Madrid y el Liverpool. Cuando la cosa se puso un poco fea, después del empate a uno en la única clase

Su golazo multiplica el precio de un jugador que fluctúa en el mercado como en la temporada

Los recursos de los ‘reds’ son tan escasos que la derrota pareció segura todo el segundo tiempo

de jugada que podía aprovechar el equipo inglés, Zidane cambió a Isco por Gareth Bale. Los recursos del Madrid son gigantesco­s. Los del Liverpool eran tan escasos que la derrota pareció segura durante todo el segundo tiempo.

Bale, suplente, contestado durante los tres últimos años, fue la estrella del encuentro. Está hecho de esa clase de material. A largos periodos melancólic­os, agravados por las recurrente­s lesiones musculares, añade trechos de ebullición incontenib­le. Cuando esto ocurre, Bale gana partidos, y los suele ganar con acciones espectacul­ares. Marcó el segundo en uno de los remates más brillantes que se recuerdan en la historia de la Copa de Europa. Una versión galesa de la chilena de Cristiano en Turín, un impresiona­nte golazo que recuerda la facilidad del Real Madrid para producir instantes memorables en las finales.

El gol de Zidane frente al Bayer Leverkusen en Glasgow ya tiene competidor en la acrobacia de Bale, que ahora no sabemos si será figura indispensa­ble en el Real Madrid o el futbolista perfecto para colocar en otro equipo. Su gol multiplica el precio de un jugador que fluctúa en el mercado como en la temporada. Es un diente de sierra que ahora se ha erigido en el Everest de un equipo que no pierde su idilio con la Copa de Europa. No tenían dudas de su victoria y el Liverpool hizo poco por discutirle el título. El fulgor no se discute. Es el gran torneo de nuestro tiempo. Cualquier deficienci­a del Real Madrid, y ha habido muchas esta temporada, queda orillada por el peso que tiene la Copa de Europa en el universo futbolísti­co.

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GEORGI LICOVSKI / EFE El acrobático gol del galés
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Santiago Segurola POR LA ESCUADRA

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