Los barceloneses recuperan Sant Antoni.
El mercado dominical de Sant Antoni recupera su antigua ubicación con muchos visitantes y la esperanza de que remonten las ventas
Los barceloneses tienen hambre de novedades. Se ha visto este fin de semana con los numerosos curiosos que se han acercado al reestrenado mercado de Sant Antoni tras su larga renovación. Ayer, regresaron a su ubicación original, en el perímetro del mercado, los puestos del mercado dominical de libros, revistas, cromos, videojuegos y otros artículos similares de segunda mano. El gentío en los tenderetes era similar al de un Sant Jordi. Con menos compras, eso sí.
Un total de 77 puestos han regresado a la localización original –el mercado de segunda mano se oficializó en 1936, pero había libreros desde 1920–. Los puesteros se mostraban satisfechos. “Nosotros lo que queríamos era volver”, decía Joan Mateu, presidente de la asociación de vendedores. Lo que iba a ser un traslado por dos años se alargó a siete, en los que han estado, cada domingo, bajo una marquesina en la calle Urgell junto a Tamarit.
Ahora están bajo nuevas marquesinas metálicas, con unos toldos para protegerlos del viento. Cada vendedor ha vuelto, más o menos, a su lugar original, señalan los Rabinad, en un puesto que ya llevó su padre.
Ayer era un día atípico, con tantos visitantes, aunque comprara una minoría, y los vendedores echaron en falta a clientes habituales. Pero también se les veía, igual que a adultos y niños coleccionistas con sus álbumes de cromos. Gustavo, por ejemplo, acude muchos domingos. Suele comprar libros de ensayo, ciencia ficción y clásicos de la literatura. Ayer iba con un libro de Dickens y otro de tragedias griegas. Para él, el mercado es un “último espacio de libertad, ahora que toda la información está mediatizada; aquí puedes comprar sin que nadie te haga un perfil de tus preferencias”, decía.
Las webs de venta de segunda mano y el tiempo que nos roba el móvil para leer son los mayores enemigos del mercado, coincidían varios vendedores. En los últimos años se han reducido el número de puestos –en unos 50, estima Mateu– y las ventas, que se espera que remonten con el reestreno del mercado. Hubo momentos en que los vendedores temieron no volver junto al mercado, admite Mateu.
Los puestos son espaciosos, aunque los accesos al parking y al
fossat (una plaza bajo el nivel de la calle) rompen el recorrido. Pero la peatonalización de las calles invita al paseo. ¿Hará mucho calor en verano? ¿Habrá goteras cuando llueva?, cuestionaban dos veteranos vendedores. En los próximos meses se verá. Igual que si el mercado se convierte en un gancho turístico. Ayer, quédense tranquilos los nostálgicos, sólo se veía barceloneses.