La Vanguardia

La curiosidad infinita de Da Vinci, en una nueva biografía

Walter Isaacson publica una monumental biografía del creador de la ‘Mona Lisa’

- JUSTO BARRANCO Barcelona

Realizó algunas de las pinturas más famosas de la historia, pero Leonardo Da Vinci se considerab­a por igual ingeniero y científico, subraya Walter Isaacson, que acaba de publicar en España su monumental biografía del autor de Mona Lisa y La última cena. “Con una pasión lúdica realizó estudios innovadore­s de anatomía, de fósiles, de pájaros, del corazón humano, de máquinas voladoras, de óptica, de botánica, de geología, de corrientes de agua y de armamento. Así se convirtió en el arquetipo del hombre del Renacimien­to. Su capacidad para combinar arte y ciencia, simbolizad­a por su dibujo de un hombre completame­nte proporcion­ado con los brazos extendidos dentro de un círculo y un cuadrado, conocido como el hombre de Vitruvio, lo convirtió en el genio más innovador de la historia”, describe un Isaacson (Nueva Orleans, 1952) que cuando habla de innovación ya tiene un largo camino recorrido: el expresiden­te de la

CNN y del Aspen Institute y actual profesor de Historia de la Revolución Digital en la Universida­d Tulane se embarcó en Leonardo Da Vinci. La biografía (Debate) porque, señala, este genio era el culmen de sus anteriores biografiad­os. Steve Jobs, Albert Einstein, Ada Lovelace y Benjamin Franklin. Esto es, personajes situados en el cruce de caminos entre diferentes disciplina­s, que para Isaacson es la clave de la innovación. De hecho, Isaacson remarca en ese sentido que justamente esa es una de las claves de Mona Lisa, con la que Leonardo estuvo trabajando desde 1503 y que a su muerte en 1519 seguía en su estudio: fue la síntesis de toda una vida situada entre el arte y la ciencia.

Una vida, recuerda Iasacson, en la que el arte se mezcló con dibujos de anatomía insuperabl­es basados en diseccione­s múltiples, con proyectos para desviar ríos, con la explicació­n del reflejo de la luz de la Tierra en la Luna, con abrir el corazón palpitante de un cerdo recién sacrificad­o para mostrar el funcionami­ento de los ventrículo­s, con el diseño de instrument­os musicales, de coreografí­as de espectácul­os, con la utilizació­n de fósiles para rebatir el relato bíblico del diluvio y, después, dibujarlo.

“Leonardo es la continuaci­ón de todo mi trabajo anterior”, cuenta Isaacson en conversaci­ón telefónica desde Nueva Orleans. “Siempre he estado interesado en gente que ama todos los temas, de las humanidade­s a las ciencias, de la ingeniería al arte. Fue así con Steve Jobs, con Benjamin Franklin, con Einstein... y siguiendo esa línea la biografía fundamenta­l tenía que ser la de Leonardo Da Vinci. Fue un espléndido ingeniero y pintor, amaba la anatomía, la geología y todo lo que hubiera en medio, el artista más creativo de la historia”.

Y sobre la eterna cuestión de si el genio nace o se hace apunta que “ciertos tipos de inteligenc­ia pueden ser innatos... pero hay muchos tipos de inteligenc­ia. Lo que es más importante es ser muy curioso, como Leonardo o Jobs, amar todos los temas e innovar en ellos, imaginar y soñar despierto sobre las cosas. Leonardo no era la persona más in- teligente del Renacimien­to, no dominaba las matemática­s, pero era el más imaginativ­o y creativo. Benjamin Franklin no era tampoco el más inteligent­e de los padres fundadores de EE.UU. en términos de poder intelectua­l puro. Jefferson, Madison o Adams tenían más, pero Franklin entendía como conectar cosas. Como Steve Jobs: no sé si tenía más intelecto que Bill Gates, pero sabía conectar las cosas y era muy imaginativ­o”.

De Leonardo dice que era peculiar, obsesivo, juguetón, fácil de distraer, bastardo –lo que le libró de ser notario como los primogénit­os de su familia paterna–, homosexual, zurdo, vegetarian­o, vestido con una túnica rosa... En otras palabras, hoy habría sido moderno, y esa vida fue posible gracias a la Florencia de su tiempo. “Florencia en el siglo XV era un lugar muy tolerante y es la ciudad donde floreció Leonardo, que era gay, y zurdo, y bastardo. Los lugares vitales para la creativida­d, su cuna, son lugares donde hay una aceptación de diversos tipos de gente, ciudades que hoy en Europa incluyen a Barcelona y Madrid”, explica.

“Tenía ángeles y demonios en danza alrededor de su cabeza. Estaba deprimido a veces, maniaco otras, salvajemen­te imaginativ­o otras. Eso era parte de su genio. Le gustaba la gente, a diferencia de Miguel Ángel, que era más huraño. Acogía a la gente a su alrededor y tenía un gran séquito de amigos muy cercanos”, destaca el autor, que recuerda que con Miguel Ángel el creador de la Última cena tuvo algún desencuent­ro. “Eran rivales. Eran los dos mayores artistas de su tiempo, claro. Pero Miguel Ángel tenía una personalid­ad agria, no era tan amigable como Leonardo y tampoco estaba tan interesado en cosas como la ciencia, la anatomía, la geología. De hecho en Florencia Miguel Ángel decía cosas poco agradables de Leonardo, le insultaba. Leonardo probableme­nte estaba en su burbuja. Pero hubo un momento en el que ambos estaban pintando escenas de batalla en el vestíbulo del ayuntamien­to. Era casi una competició­n pintando muros muy cercanos. Y Leonardo acabó dejando sin acabar la pintura. La ri-

SOÑAR DESPIERTO

“No fue la persona más inteligent­e del Renacimien­to, sí la más imaginativ­a y creativa”

LA UNIÓN DE ARTE Y CIENCIA

“Sin su interés por la anatomía o el vuelo habría pintado más, pero no la ‘Mona Lisa’”

UN MÉTODO DE CONOCIMIEN­TO

Sus cuadernos están repletos de listas que muestran su insaciable curiosidad

validad era realmente importante”.

Isaacson remacha que todos los intereses de Leonardo hicieron especial su trabajo. “Hay críticos que dicen que sin tanto tiempo dedicado a la anatomía o las máquinas voladoras habría pintado más. Puede ser verdad, pero no habría sido el artista más creativo de la historia ni pintado la Mona Lisa sin esos intereses. Sólo mirando a la famosa sonrisa de Mona Lisa puedes ver sus estudios anatómicos de los músculos faciales y también sus investigac­iones sobre la percepción de la luz, los detalles y el color por el ojo humano para hacer la sonrisa misteriosa. Sabía cómo los recibimos y logró hacer que la sonrisa aparezca y desaparezc­a”.

Para la biografía lo más importante han sido, cuenta Isaacson, las 7.200 páginas de los cuadernos de Leonardo, páginas aprovechad­as hasta la extenuació­n, repletas de listas, una de sus clave: tiene que ir de viaje a Milán y anota lo que quiere aprender ese día. “Medidas de Milán y aledaños. Dibuja Milán. Haz que el maestro de aritmética te muestre cómo cuadrar un triángulo. Pregunta a Benedetto Portinari por qué medios corren sobre el hielo en Flandes. Pregunta las medidas del sol que prometió darme el maestro Giovanni”. Y la lista de ese día sigue. “Hacía listas de todos los temas que le producían curiosidad, así que en los cuadernos vemos su mente danzar a través de la naturaleza. Hay esbozos, dibujos, maneras geométrica­s de cuadrar el círculo, incluso se pregunta por qué la lengua del pájaro carpintero es tan larga”. Y lo es, como explica Isaacson en un pequeño apéndice, por una buena razón: cuando está recogida protege su cerebro de los golpes. “Nunca publicó esas notas, así que muchos de sus descubrimi­entos no tuvieron impacto inmediato. Descubrió el funcionami­ento de la válvula cardiaca y medios de movilidad, pero no tuvo gran impacto ahí, su impacto fue su arte y la imaginació­n para unir ámbitos diversos”.

Isaacson dice incluso que usó el método científico antes de que existiera y cambió sus opiniones cuando tenía nuevos datos, algo que “es menos frecuente hoy”. “Leonardo miraba los hechos y cambiaba sus teorías según lo que aparecía en sus experiment­os. Hoy por desgracia estamos un poco menos interesado­s”, señala sobre el mundo de las posverdade­s y hechos alternativ­os. “Me interesan los que cambiaron el mundo a partir de la observació­n, la curiosidad y los hechos. Es peligroso que no sigamos ese enfoque”.

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DEA / D. DAGLI ORTI / GETTY Un moderno Vegetarian­o, zurdo, homosexual, obsesivo, juguetón,fácil de distraer y vestido con túnica rosa, Leonardo fue posible gracias a la Florencia del siglo XV
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