La Vanguardia

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El diario editoriali­za sobre el pacto entre la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el líder de la oposición, Xavier Trías, sobre los narcopisos. También comenta el trascenden­tal relevo en el Banco de España que está a punto de producirse ante la marcha del gobernador, Luis María Linde.

UN pacto para la lucha contra el fenómeno de los narcopisos entre el gobierno municipal de Ada Colau y el principal partido de la oposición, que lidera Xavier Trias, el anterior alcalde, puede constituir el principio de la solución a uno de los problemas más graves a los que se enfrenta Barcelona. El acuerdo entre comunes y demócratas prevé destinar cinco millones de euros de inversión a Ciutat Vella, así como la movilizaci­ón de sesenta técnicos –un abogado y un arquitecto, así como especialis­tas en intervenci­ón social, mediadores, educadores de salud y expertos en localizar viviendas vacías– con el objetivo de erradicar el narcotráfi­co del barrio. Para lograr el pacto, la alcaldesa Colau se comprometi­ó a hacer cumplir de forma estricta la ordenanza sobre el civismo y a dedicar patrullas de la Guardia Urbana a combatir el top manta. Parece, por tanto, un buen acuerdo.

Desde estas páginas de opinión hemos puesto repetidame­nte de manifiesto la necesidad de que los partidos que componen el pleno trataran de llegar a acuerdos, dada la minifundis­ta estructura política municipal, en la que todos los grupos están lejos de una mayoría suficiente, lo que dificulta los acuerdos. Pero tampoco ha habido movimiento­s para tratar de buscar acuerdos, con lo que el grupo más afectado ha sido, precisamen­te, el del gobierno de Ada Colau, obligado a tomar decisiones en solitario debido también a su falta de agilidad en la búsqueda de complicida­des con los otros grupos, si exceptuamo­s el que mantuvo con el PSC y que rompió a raíz de la aplicación del 155 en Catalunya. Una situación que, como es lógico, no ha beneficiad­o a la ciudad.

Por tanto, el acuerdo Colau-Trias es una buena noticia. Primero para Ciutat Vella, que ha visto como aparecía de golpe en el vecindario el fenómeno de los narcopisos, con todo lo que ello conlleva respecto dela seguridad, de la salubridad y de la cohesión vecinal. El pacto busca poner en manos de los expertos en la erradicaci­ón de este tipo de problemas las herramient­as legales, técnicas, urbanístic­as, económicas, sociales y policiales suficiente­s para que tengan éxito en su cometido y eviten que el fenómeno se extienda como una mancha de aceite por otros barrios.

En segundo lugar, el acuerdo es bueno porque demuestra que los pactos sirven para resolver problemas si lo que importa es el servicio al ciudadano. La relación entre Colau y Trias no había sido, hasta ahora, muy proclive a buscar acuerdos y menos aún cuando hemos entrado en el último año de mandato y el horizonte electoral adquiere tonos de lógica disputa entre los diversos grupos, lo que realza aún más el acuerdo. La alcaldesa y su antecesor, sin embargo, han pasado por encima de sus diferencia­s y de las necesidade­s partidista­s porque la cuestión abordada es de capital importanci­a.

Y en tercer lugar, porque este acuerdo abre la puerta a que otros grupos se puedan sumar, que es lo que de hecho interesa a los barcelones­es. El problema es suficiente­mente importante para que el máximo de grupos participen en la iniciativa. La solución a la cuestión de los narcopisos no es fácil porque lo que se mueve tras el fenómeno no es un asunto de delincuenc­ia menor. Lo saben los vecinos y, por supuesto, los ediles, por lo que la suma de apoyo sal pacto Colau-Trias indicaría la voluntad de todos de poner coto a un problema que nos puede desbordar.

En conclusión, los ciudadanos de Barcelona están hoy un poco más seguros que ayer gracias a la colaboraci­ón entre los dos principale­s grupos municipale­s, el que gobierna y el que lidera la oposición.

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