La Vanguardia

El día que Chirac llevaba revólver

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Las imágenes de violencia en el Barrio Latino, de trincheras callejeras, vehículos calcinados y fábricas ocupadas por trabajador­es en huelga no son los únicos recuerdos que se evocan estos días sobre Mayo del 68. En el quincuagés­imo aniversari­o de la revuelta, cobran importanci­a también hechos de otro signo, como los célebres acuerdos de Grenelle, entre el gobierno de Georges Pompidou y los sindicatos, anunciados en la mañana del 27 de mayo de 1968 después de un maratón negociador. Aquellos compromiso­s supusieron el principio del fin de la ola contestata­ria y significar­on una mejora muy sustancial para la clase trabajador­a francesa.

La situación en Francia era explosiva antes de los pactos. Se vivía bajo la amenaza del desabastec­imiento de productos básicos como la gasolina o del colapso de servicios públicos. Hubo que movilizar al ejército. El presidente de la República, el general Charles de Gaulle, era partidario de la firmeza. No entendía la virulencia de la revuelta en un país que había alcanzado un alto nivel de prosperida­d material, con crecimient­o y casi pleno empleo. Su primer ministro, Pompidou, era más pragmático y realista. Entendió que había que ceder. Pero no fue fácil maniobrar en circunstan­cias tan tensas. Prueba de ello es una anécdota que sería difícil de imaginar en nuestros días. Pompidou encargó a su joven secretario de Estado de Empleo, Jacques Chirac –que llegaría al Elíseo casi 30 años más tarde–, participar en un encuentro preparator­io, secreto, con el número 3 del poderoso sindicato CGT, Henri Krasucki. La reunión se celebró en el despacho de un abogado comunista, en el distrito IX de París. Pompidou no se fiaba. Temía incluso que Chirac fuese tomado como rehén. Por eso propuso a su emisario –y este aceptó– llevar un revólver oculto en su americana, para el caso de que tuviera que defenderse.

Las gestiones entre Chirac y Krasucki fructifica­ron. La negociació­n oficial entre el gobierno y los sindicatos se celebró, finalmente, en la sede del Ministerio de Asuntos Sociales, en la calle Grenelle. Las delegacion­es pasaron dos noches en blanco, pero hubo fumata blanca. Los acuerdos preliminar­es no tuvieron un efecto inmediato, pero allanaron el camino para que la situación se calmase. Unas semanas más tarde, De Gaulle ganaría las elecciones anticipada­s que había convocado.

Lo logrado en Grenelle forma parte de los triunfos históricos de la izquierda francesa. Lo más sustancial fue el incremento, de un 35%, del salario mínimo. Como consecuenc­ia de ello, hubo aumentos salariales de un 10% de media en el sector privado. Quienes trabajaban en la construcci­ón o en la industria química mejoraron aún mucho más sus emolumento­s. “Fueunaconq­uista fenomenal para la clase trabajador­a”, rememora Ramón Díaz, granadino y actual tesorero de la Casa de España de la región parisina, que hace medio siglo dirigía la ocupación de la fábrica Citroën del barrio de Javel, en la capital, donde se montaba el legendario modelo Tiburón (en el que viajaban De Gaulle y Pompidou).

En Grenelle se establecie­ron las bases para una reducción progresiva de la jornada de trabajo, que pasó de 48 a 40 horas. Se aceptó, asimismo, una cuarta semana anual de vacaciones pagadas. Otras concesione­s fueron el reconocimi­ento sin trabas de la representa­ción sindical en las empresas y el pago de las horas dedicadas por los delegados sindicales a sus tareas. Otras mejoras diseñadas en Grenelle desembocar­on en la instauraci­ón de la formación profesiona­l continua y mayores garantías frente al despido.

El mundo ha cambiado mucho desde 1968. Entre otras cosas, ya no existe la presión del bloque comunista al otro lado del telón de acero, que obligaba, en Occidente, a introducir notables correccion­es sociales al capitalism­o. En el actual periodo de agitación, huelgas y protestas en Francia, los acuerdos de Grenelle podrían ser un referente. Ni el actual presidente, Emmanuel Macron, ni su primer ministro, Édouard Philippe, habían nacido todavía en 1968, aunque ambos conocen de sobras la historia. De momento prevalece la firmeza. El compromiso se hace esperar.

Los acuerdos de Grenelle apaciguaro­n Mayo del 68 y fueron una gran victoria de los sindicatos

Había tanta tensión que Pompidou dijo al secretario de Empleo que fuera armado a la reunión

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Seguy (en primer plano), presidente del sindicato CGT,
el 27 de mayo de 1968
AFP Maratón negociador Pompidou, Chirac y Georges Seguy (en primer plano), presidente del sindicato CGT, el 27 de mayo de 1968
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