La Vanguardia

Tráfico infantil a la sombra del Everest

Nepal no logra frenar la venta de jóvenes para prostituir­las en India y en países del Golfo

- ROSA M. BOSCH Katmandú (Nepal) Enviada especial

Ala sombra del glamur y de la épica del Everest, el icono de Nepal y una suculenta fuente de ingresos, se esconden las historias de los miles de jóvenes y menores que cada año son vendidos y obligados a prostituir­se o a trabajar como sirvientes en India, en países del Golfo, en China e incluso en destinos africanos. El terremoto del 2015 impulsó el tráfico infantil en los distritos más afectados y que todavía luchan por superar la devastació­n, como Sindhupalc­hok o Dhading, cerca de la frontera con China. Del otro extremo de Nepal, a un paso de India, es Poonam Thapa, una motivada activista de 24 años que piensa en un futuro ligado al mundo del teatro, pero que de niña vivió un calvario en un prostíbulo de Bombay.

“Mi madre, mi padrastro, mis tres hermanas y mis dos hermanos nos trasladamo­s de Nepal a Uttar Pradesh, en India, para trabajar en las cosechas de fruta. Yo era la mayor y apenas iba a la escuela. En casa había peleas, y mi padrastro me obligaba a ayudarlos en el campo”, relata en nepalí en la sede de Maiti Nepal, oenegé especializ­ada en asistir a víctimas de trata. El director de esta entidad, Bishow Ram Khadka, ejerce de traductor. Le cuesta seguir el hilo de Poonam, que habla apresurada­mente y cuenta con detalle su vida desde el momento en que decidió escapar del domicilio familiar a causa de las palizas que le propinaba su padrastro y hasta estos días, en los que su principal preocupaci­ón es aprobar los exámenes de duodécimo grado.

“Una conocida de mi familia me propuso escapar con su hermano, me prometió un buen empleo en la ciudad. Y me fui con él. Tras varios días de viaje llegamos a Bombay”.

“Iremos a un sitio donde hay muchas chicas y diremos que eres mi prima”, le comentó el traficante, un hombre de poco más de 20 años que se lucró con la “venta” de la menor. “Allí estuve bien, me dieron buena comida, ropa nueva... Pero era un lugar de paso. Me trasladaro­n a otra casa donde una mujer me remarcó que tenía que bañarme varias veces al día. ¿Pero por qué?, pregunté yo”.

“Namaste. Vas a hacer de prostituta”. Así la recibieron las otras muchachas, unas quince, atrapadas en el burdel. Poonam era la más joven, tenía unos doce o trece años, y el resto, de dieciséis en adelante. La mayoría eran tamang, “el grupo étnico más solicitado en India, a los indios les gustan sus rasgos mongoles”, apunta el director de Maiti.

 ?? ROSA M. BOSCH ?? Poonam Thapa, de 24 años, fue explotada sexualment­e en un burdel de Bombay cuando era niña; ahora es una activista que lucha para dar a conocer la dimensión del drama
ROSA M. BOSCH Poonam Thapa, de 24 años, fue explotada sexualment­e en un burdel de Bombay cuando era niña; ahora es una activista que lucha para dar a conocer la dimensión del drama
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