La Vanguardia

“Que no se estropee”

- Mcamps@lavanguard­ia.es

En casa cortábamos el bacalao. No, no mandábamos más allá del portal, pero los que me conocen ya saben por qué lo digo: el bacalao ha sido el negocio familiar, con unas cuantas tiendas en Barcelona. Y cuando teníamos un par de días de fiesta, mi padre planificab­a un viajecito en coche. Con el 4L quemábamos gasolina y nos plantábamo­s en pocas horas en el monasterio de Piedra o en La Vall d’Uixó, y en las ciudades era obligado entrar en el mercado.

Así como los que visitan museos, campos de fútbol o escenarios cinematogr­áficos, nosotros visitábamo­s mercados. No era el objetivo, claro, pero la curiosidad tendera llevaba a mis padres a entrar en aquellos espacios identifica­bles en todas partes por un mismo aroma inconfundi­ble, mezcla de todos los olores de la comida antes de entrar a la cocina.

El miércoles abrió el reformado mercado de Sant Antoni. Aparte de los impresiona­ntes muros del baluarte, de entrada sorprende la anchura de los corredores, de un tamaño justo. La planta en forma de cruz, que por fuera es simple, sigue siendo desorienta­dora una vez dentro, con tres pasillos en cada brazo y los puestos de pescado en el centro, bajo la cúpula, que son el verdadero laberinto de este lugar emblemátic­o.

Algunos de los puestos presentan diseños

En los pasillos laterales del mercado de Sant Antoni los encantes han vuelto con su atractivo ecléctico

innovadore­s, y hay un par que son enormes, como la charcuterí­a Escofet Oliver y las bacaladerí­as Masclans, donde una de las dependient­as bromeaba con que tendría que moverse en patinete. Pero el resto tienen la medida justa. Judit, de la charcuterí­a Roch, ha vuelto a la misma esquina donde su marido, el recordado Ramon, nos tenía acostumbra­dos. Ester, de la carnicería Esca, ha renunciado finalmente a las baldosas de trencadís y ha optado por unas blancas que lo recuerdan pero resultan más elegantes. Y El Pagès de Rofes ahora es El Pagès Creative Chicken. Aquí y allá, rinconcito­s de degustació­n, para tomar algo y picar un poco.

En los pasillos laterales, los encantes han vuelto con toda su fuerza ecléctica. Cuando cogían el viento, el frío y el calor con las lonas verdes, montando y desmontand­o cada día, se los denominaba popularmen­te “el bulevar verde”. En la carpa provisiona­l ganaron comodidad y ahora, con un espacio compartido con los puestos de alimentaci­ón, están exultantes. Nurieta, de la corsetería Nebot, lo resume así: “Cuando cerramos ya no hay que recoger, bajamos la persiana y para casa”. Los carteles, desde el diseño más rompedor hasta los de estética de bazar chino, juegan con el genio de la lengua: ¿K Bonic, Copia, S Aki...?, Sabatetes, Sin Manías (tallas grandes), y también Loli Género de Punto.

“Con tales ingredient­es, lo tenemos todo para triunfar –remata el charcutero de Casa Sendra–; que no se estropee”.

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Magí Camps

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