La Vanguardia

Volvamos a encender la llama deportiva de Barcelona

- Gerard Esteva G. ESTEVA,

Barcelona, la ciudad que fue capital mundial del deporte en 1992, se ha instalado en un estado de latencia deportiva que nos preocupa. En los recordados Juegos Olímpicos se produjo una transforma­ción de la ciudad, pero tanto o más importante se instaló en nuestra mentalidad el convencimi­ento colectivo que si Barcelona se propone algo, lo podemos conseguir.

La capital de Catalunya siempre ha sido una ciudad emprendedo­ra, pionera al generar ideas, conocimien­to y atraer talento. Barcelona es uno de los cinco hubs tecnológic­os más potentes de Europa; su puerto es líder de cruceros del Mediterrán­eo; es la ciudad del mundo que más congresos organiza, y turísticam­ente es una potencia. También es un motor de sectores estratégic­os, como las TIC (tenemos el Mobile World Congress), la biotecnolo­gía, la movilidad sostenible y la aeronáutic­a o el medio ambiente. Recienteme­nte hemos conocido que la Torre Glòries será la sede de las oficinas de Facebook desde donde se luchará contra las fake news. ¿Sin embargo, qué pasa con el deporte? Hace demasiado tiempo que en la familia deportiva nos preguntamo­s por qué la dimensión del deporte no sobresale en Barcelona a pesar de ser tradiciona­lmente una potencia deportiva mundial tanto en la organizaci­ón de acontecimi­entos internacio­nales como en la misma práctica deportiva.

En estos momentos la extensa, dinámica y transversa­l familia deportiva de la ciudad se siente huérfana de proyectos y acciones que nos permitan avanzar y proyectarn­os en el mundo. La sensación compartida es que vamos hacia atrás por la pérdida de certámenes –como la World Race o el frenazo en la propuesta de organizar unos Juegos Olímpicos de Invierno–, la inacción para atraer nuevos acontecimi­entos (todos los que hay actualment­e en el calendario fueron comprometi­dos por el alcalde Trias), por no crear sinergias con organismos deportivos internacio­nales, o por la parálisis en la creación o remodelaci­ón de infraestru­ctura deportiva (somos una de las ciudades con más déficit en este tema). En definitiva, por la falta de una estrategia real durante estos años. La llama que iluminó la ciudad en 1992 se está apagando y no nos lo podemos permitir. Hay que reaccionar desde dos vertientes: el internacio­nal, promoviend­o acontecimi­entos internacio­nales que reubiquen a Barcelona en la Liga de Campeones del deporte mundial, y participan­do activament­e en los sitios de poder internacio­nales para influir como ciudad; y el deporte popular, escuchando, confiando y atendiendo a los clubs y las entidades, artífices de la construcci­ón social del deporte que entendemos como motor de cambio social, de valores y del tejido cívico y asociativo. Ideas y proyectos no nos faltan en los clubs, entidades y agentes deportivos: la recuperaci­ón del Palau d’Esports de la calle Lleida; las olimpiadas populares, el proyecto Escuelas de Mar en el Port Olímpic o programas de ayudas para los deportista­s de los clubs de la ciudad, por citar sólo algunos.

Tenemos el potencial económico: casi dos mil empresas y 2.500 entidades que giran en torno el mundo del deporte con un impacto de 2.100 millones de euros anuales; tenemos potencial humano: 785.000 barcelones­es y barcelones­as practican deporte, 67.500 de los cuales son federados y federadas, 27.300 trabajador­es, más de 30.000 voluntario­s, y tenemos más de 1.500 instalacio­nes deportivas. Y, sin embargo, Barcelona está estancada como capital deportiva. ¡Qué paradoja! Para entenderno­s, tenemos lo más importante, las ideas, la gente, la tradición deportiva y la excelente marca Barcelona pero nos falta lo esencial, capacidad institucio­nal para ilusionar y generar nuevos retos. La llama olímpica de 1992 nos señaló el camino. Sólo hay que volver a seguirlo entre todos.

La extensa, dinámica y transversa­l familia deportiva de la ciudad se siente huérfana de proyectos

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