Contra el fatalismo
LA vida es una avenida de sentido único en la que sólo queda avanzar, así que lo mejor es hacerlo con buen ánimo y a velocidad de crucero. El fatalismo sólo nos lleva a la duda innecesaria, a la preocupación excesiva y a un determinismo trágico. Fue Diderot, uno de los padres de la Ilustración, quien estableció la compatibilidad del fatalismo con la responsabilidad (e incluso le atribuía virtudes morales como la modestia y la clemencia), negando la doctrina estoica que ponía en manos de una fuerza mayor, el destino, la libertad individual. Es decir, el destino se puede modificar, pero sobre todo se puede afrontar con la audacia de los valientes y con la astucia de los listos.
El Cercle d’Economia, una de las entidades más transversales (y comprometidas) de la sociedad civil catalana, ha elaborado un documento titulado Contra el fatalismo del conflicto y a favor de la convivencia, para ser debatido con los principales líderes políticos durante la reunión de Sitges, que se celebra este fin de semana. Para la entidad, “España vive una crisis política de enorme profundidad, la mayor desde la Constitución de 1978”. Y añade que, a raíz de la sentencia sobre Gürtel, “hemos entrado en una dinámica política que puede dificultar seriamente la estabilidad y la gobernabilidad y, en su caso, llevarnos a un adelanto electoral”. Para el Cercle,“la mejora del autogobierno en Catalunya y del funcionamiento del modelo territorial del Estado es clave para desbloquear la crisis española”. En este sentido, consideran que el problema catalán ha pasado de ser un problema interno de la sociedad de Catalunya, en términos de fractura civil, a ser una cuestión que afecta a toda España, polarizando la vida política, incrementando la desconfianza empresarial y dificultando la convivencia. Los redactores del documento se niegan a caer en el fatalismo, porque el pesimismo es el argumento de los débiles para no hacer nada, la coraza de los incapaces para afrontar el futuro.