La Vanguardia

Debate de taxistas

Si el taxi es un lugar de trabajo, no tiene sentido que el taxista vaya vestido de estar por casa; todos de negro y amarillo

- Màrius Serra

Màrius Serra da su opinión sobre el nuevo código de vestimenta que deberán cumplir los taxistas de Barcelona, y que veta piezas como las chancletas o los pantalones cortos: “Un taxista debe ser seguro en la conducción, correcto en el trato y respetuoso con el pasaje, pero la dejadez en el aspecto personal no encaja con los trabajos de cara al público y, por tanto, resulta pertinente que haya un código de indumentar­ia por adecuación al medio”.

Robert De Niro, medio siglo antes de invertir en hoteles en Barcelona, hizo de taxista en Nueva York (Taxi driver) con chupa de cuero, camisa, tejanos y botas camperas. No cuesta imaginar a Sandino, el taxista barcelonés que Carlos Zanón ha elevado a la categoría de personaje inolvidabl­e de novela (Taxi), circulando por la ciudad así vestido, tal vez cambiando las botas por bambas y la cazadora por una americana deportiva como las que gasta Zanón. Me resulta un poco más difícil imaginar la indumentar­ia del taxista al que Pau Riba cantaba una destinació­n lejana: “Taxista, porta’m al cel!”. Pero vaya, incluso los cinco taxistas de cinco ciudades del mundo en la fantástica peli de Jim Jarmusch Night on Earth cumplirían con la nueva normativa de vestuario que propugna el Institut Metropolit­à del Taxi de Barcelona. Se acabaron las bermudas, las camisetas de tirantes, el chándal, la ropa deportiva y, sobre todo, las chancletas. Bravo. La idea es mejorar la imagen de los taxistas, parece ser que por influencia del código de indumentar­ia que marcan los verdaderos cocos del sector: Uber y Cabify. Si los conductore­s de la competenci­a van impecables, debieron pensar los responsabl­es del taxi, no puede ser que los nuestros vayan con chancletas, calzón corto y camiseta imperio. Es decir, prohibido el código Martirio (“con chándal y con tacones, informal pero arreglá”). Un taxista debe ser seguro en la conducción, correcto en el trato y respetuoso con el pasaje, pero la dejadez en el aspecto personal no encaja con los trabajos de cara al público y, por tanto, resulta pertinente que haya un código de indumentar­ia por adecuación al medio. Si el taxi es un lugar de trabajo, no tiene sentido que el taxista vaya vestido de estar por casa.

Cojo pocos taxis, y no sé si hoy el taxista prototípic­o gasta el uniforme de turista guiri. El día que leí sobre este nuevo código de vestimenta me dediqué a contar cuánta gente del vagón de metro en el que viajaba podría trabajar de taxista y, glups, a pesar de que aún estamos en mayo, en aquel vagón de la línea verde (entre Catalunya y Diagonal) más de la mitad de los pasajeros lucía piezas prohibidas: chancletas, bermudas y camiseta, la mayoría de tirantes. Buena parte de la clientela diurna del taxista viste así. ¿Cómo debería ser el uniforme de taxista, pues? ¿Será preciso un uniforme unisex de pies a cabeza, igual como los conductore­s de autobuses o metro? Empezando por los pies, resulta evidente que ni chancletas ni sandalias no sujetas ni zapatos de talón no resultan adecuadas para la conducción, pero luego todo son dudas, sobre todo para las mujeres taxistas, un colectivo creciente. ¿Es equiparabl­e, en términos de imagen, la ropa masculina y la femenina? ¿Bermudas, shorts, piratas? ¿Camisetas de tirantes? Yo, por razones de coherencia cromática, les haría ir de negro y amarillo, al estilo Sala i Martín.

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