¿Es casual? A más corrupción, más tensión
En la lógica de la tensión, la simbología del amarillo para denunciar el abuso de poder de las prisiones cautelares exacerba activismos que sólo se pueden comparar si no se expresan como el energúmeno que el domingo, en Mataró, buscó su minuto de gloria a base de insultos y chulería chusquera. En el espacio público, la reivindicación de los lazos tiene todo el sentido, pero es antidemocrática si, para imponerse, se ceba con la persiana de la tienda de los padres de Albert Rivera. Mientras tanto, se acusa a Ciudadanos de neofalangistas y al independentismo de golpista. Así se perpetúa el canibalismo, falsamente simétrico pero recíprocamente estéril, de la confrontación. Pero, aunque sólo sea como hipótesis de trabajo, ¿qué pasaría si, en realidad, tanto los unos como los otros fueran demócratas?
Este elemento complica el problema hasta hacerlo dramáticamente irresoluble: el monopolio de dignidades patrióticas que se excluyen unas a otras. No debe extrañarnos, y menos aún en un contexto en el que el Gobierno de España arrastra –incluso cuando acierta– una sentencia que lo desacredita jurídicamente y que sitúa a algunos de sus exmiembros al nivel de la delincuencia. Contra esta evidencia, varias reacciones. Desde la de Eduard Pujol (Junts per Catalunya), que no ve diferencias entre Rajoy y Sánchez, hasta la de Martínez-Maillo (PP), que intenta hacernos comulgar con la rueda de molino de un Judas –Pedro Sánchez– vendido al diablo separatista.
En el país del socialismo, José Luis Ábalos ocupa el latifundio de inconsistencia que le cede Sánchez y, en El objetivo, sigue construyéndose la típica reputación mediática española basada en la insustancialidad (o incompetencia) de sus superiores.
En el espacio público, la protesta del lazo tiene todo el sentido
Y para aliñar una trigonometría de pactos en la que prevalece el interés particular sobre el interés general de Podemos convalida el nuevo estatus patrimonial de sus timoneles y añade elementos de tristeza grotesca típica de izquierdas a una olla podrida que, en vez de alimentarnos con proteínas de cara al futuro, nos intoxica con grasas sépticas saturadas.
Y hablando de futuro. En el programa Via lliure (RAC1), el iconoclasta digital Genís Roca explica que muchos países civilizados ya están creando consejerías especializadas en el futuro y que incluso existe (perdonad, no me quedó claro dónde) un Ministro de Inteligencia Artificial.
Aquí, en cambio, tenemos que conformarnos con la persistente dedicación de nuestros consellers y ministros, adictos a una ancestral estupidez natural y que, a nivel digital, siguen practicando el intercambio de tuits rabiosos como una de las muchas maneras de hacer cualquier cosa para no trabajar.