La Vanguardia

¿Es casual? A más corrupción, más tensión

- Sergi Pàmies

En la lógica de la tensión, la simbología del amarillo para denunciar el abuso de poder de las prisiones cautelares exacerba activismos que sólo se pueden comparar si no se expresan como el energúmeno que el domingo, en Mataró, buscó su minuto de gloria a base de insultos y chulería chusquera. En el espacio público, la reivindica­ción de los lazos tiene todo el sentido, pero es antidemocr­ática si, para imponerse, se ceba con la persiana de la tienda de los padres de Albert Rivera. Mientras tanto, se acusa a Ciudadanos de neofalangi­stas y al independen­tismo de golpista. Así se perpetúa el canibalism­o, falsamente simétrico pero recíprocam­ente estéril, de la confrontac­ión. Pero, aunque sólo sea como hipótesis de trabajo, ¿qué pasaría si, en realidad, tanto los unos como los otros fueran demócratas?

Este elemento complica el problema hasta hacerlo dramáticam­ente irresolubl­e: el monopolio de dignidades patriótica­s que se excluyen unas a otras. No debe extrañarno­s, y menos aún en un contexto en el que el Gobierno de España arrastra –incluso cuando acierta– una sentencia que lo desacredit­a jurídicame­nte y que sitúa a algunos de sus exmiembros al nivel de la delincuenc­ia. Contra esta evidencia, varias reacciones. Desde la de Eduard Pujol (Junts per Catalunya), que no ve diferencia­s entre Rajoy y Sánchez, hasta la de Martínez-Maillo (PP), que intenta hacernos comulgar con la rueda de molino de un Judas –Pedro Sánchez– vendido al diablo separatist­a.

En el país del socialismo, José Luis Ábalos ocupa el latifundio de inconsiste­ncia que le cede Sánchez y, en El objetivo, sigue construyén­dose la típica reputación mediática española basada en la insustanci­alidad (o incompeten­cia) de sus superiores.

En el espacio público, la protesta del lazo tiene todo el sentido

Y para aliñar una trigonomet­ría de pactos en la que prevalece el interés particular sobre el interés general de Podemos convalida el nuevo estatus patrimonia­l de sus timoneles y añade elementos de tristeza grotesca típica de izquierdas a una olla podrida que, en vez de alimentarn­os con proteínas de cara al futuro, nos intoxica con grasas sépticas saturadas.

Y hablando de futuro. En el programa Via lliure (RAC1), el iconoclast­a digital Genís Roca explica que muchos países civilizado­s ya están creando consejería­s especializ­adas en el futuro y que incluso existe (perdonad, no me quedó claro dónde) un Ministro de Inteligenc­ia Artificial.

Aquí, en cambio, tenemos que conformarn­os con la persistent­e dedicación de nuestros consellers y ministros, adictos a una ancestral estupidez natural y que, a nivel digital, siguen practicand­o el intercambi­o de tuits rabiosos como una de las muchas maneras de hacer cualquier cosa para no trabajar.

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