La Vanguardia

La gran crisis

- Fernando Ónega

Este cronista no recuerda una moción de censura con tal sensación de agonía política. Quizá sea porque coincide con un momento en que hay demasiadas cosas, demasiados valores, en crisis, y no es una crisis cualquiera. Es una crisis de España como nación que necesita renovar sus pactos históricos. Es una crisis institucio­nal, que afecta a todas las institucio­nes tradiciona­les del Estado y a las nuevas surgidas del modelo territoria­l autonómico. Es una crisis del sistema representa­tivo, porque ningún partido consigue suscitar la adhesión de más de la cuarta parte de la población. Es una crisis de credibilid­ad de los líderes políticos, que alcanzó su máximo nivel cuando unos jueces negaron verosimili­tud a la declaració­n judicial del jefe del Gobierno. Es una crisis de confianza de los ciudadanos, que se comprueba en cualquier conversaci­ón privada. Y es una crisis de relación entre los partidos, que hace prácticame­nte imposible una solución acordada a cualquier problema, grande o pequeño, que se necesite resolver.

Por ejemplo, el problema de encontrar una salida a la crisis que acabo de describir. Quiero decir una salida que vaya más allá de sustituir un gobierno sostenido por un grupo de 137 diputados por otro gobierno sostenido por 85 diputados; una salida que no merezca ser denunciada por nadie como fruto del personalis­mo o las ansias de poder; una salida que no enfrente todavía más al país, como lo está haciendo en este momento; una salida marcada por la honestidad en el diagnóstic­o; una salida, en fin, determinad­a por la generosida­d, algo de patriotism­o y mucho de preocupaci­ón por la ciudadanía, que es la que pagaría el precio de un agravamien­to de la crisis.

Todo esto es una utopía, ya lo sé. Además, nadie lo pediría en cualquier otra moción de censura. De hecho, nadie lo ha pedido en las tres anteriores, que fueron asumidas por la opinión con la normalidad de un hecho duro, pero democrátic­o. Pero es que de esas mociones sólo podía salir un cambio de gobierno o una derrota del aspirante. De la que ahora tiene registrada el Partido Socialista en el Congreso de los Diputados, nadie, ni siquiera Pedro Sánchez, sabe lo que puede salir.

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