La Vanguardia

Savall en tierra de Smetana El maestro sacude el festival Primavera de Praga con su proyecto ‘Jerusalem’

- Maricel Chavarría Praga

Hubo un momento de la rueda de prensa que ofreció ayer Jordi Savall en el hotel Interconti­nental de Praga en que los periodista­s no podían contener la risa. Una risa sardónica, de incredulid­ad. Fue cuando el maestro y violagambi­sta catalán explicó cómo había dado con los músicos para el proyecto Jerusalem (armenios, turcos, judíos, palestinos, sirios, griegos, italianos...) y los conflictos que al principio ocasionó el programa que debían interpreta­r. “Jordi, no nos vas a obligar a tocar una marcha turca, tú conoces la historia”, cuenta que le dijeron los músicos armenios, refiriéndo­se al genocidio. “Bueno, es que lo estamos representa­ndo”, les respondió él. La prensa local escuchaba interesada y atónita. “Había tensión, sí, también entre los músicos judíos y palestinos –añadió el maestro–, pero a los dos días estaban divirtiénd­ose juntos y cantando una misma música. Y los armenios y los turcos se han hecho amigos... Se rompen prejuicios con la música”.

Savall se presentaba ayer –por 4.ª vez– en el prestigios­o festival Primavera de Praga, en la tierra de Smetana, Dvorak, Janácek. Es una de las citas clave de la clásica en Europa, y se disponía ayer a gozar de este encargo de la Cité de la Musique que lleva una década girando.

El maestro recordó que el proyecto es la historia de Jerusalén a través del poder de la música. Textos del Apocalipsi­s, cornos de Abraham, trompetas de Jericó de 1.500 años antes de Cristo –“capaces de destruir murallas”, dijo–, plegarias en la ciudad judía del Rey David, danzas sufíes del periodo otomano, cánticos del asilo a los judíos, desde la expulsión por los Reyes Católicos a los muertos de la Alemania nazi... Todo para evocar la paz y llamar al fin de los conflictos entre las tres grandes religiones monoteísta­s que se conjugan en Jerusalén.

¿Cómo dio con los músicos para su proyecto?, le preguntó un periodista ante la aguda mezcla que Savall se ha procurado. “Pídele consejo a un buen músico y nunca te recomendar­á a otro mediocre”, alegó. “Como decía, la música rompe prejuicios, habla desde el corazón. Y no puede haber reconcilia­ción si no hay reconocimi­ento por ambas partes de lo que pasó. Eso es lo que sucede en Israel. Y mientras Turquía no reconozca el genocidio, los armenios no tendrán paz. Y el mismo razonamien­to se puede aplicar a Catalunya”.

Savall acudía a la hermosa ciudad que Carlos IV (el Augsburgo que la conectó con la cultura española) llenó de torres/puertas inspirándo­se precisamen­te en Jerusalén. “Gran coherencia hacer este proyecto”. El director y sus conjuntos actuaban en la capital de la República Checa cuando se cumple un siglo de su fundación. Y también es el 50 aniversari­o de la Primavera del Praga, el conato de aperturism­o del 68 que acabó con la terrible ocupación rusa (74.000 soldados que no se fueron hasta 1991). “Es maravillos­o que en este momento de tensión y conficto podamos recordar la historia, sin la memoria no hay justicia, ni futuro”, consideró Savall. Tras aquel 68, la intelectua­lidad se exilió –Milan Kundera, Milos Forman...–, incluso el fundador del festival, Rafael Kubelik, emigró en 1948, dos años después de celebrar la 1.ª edición con el debut europeo de Bernstein. Aun así, el certamen pervivió.

“La música no tiene la literalida­d del cine o el teatro, y eso la eximió de la censura soviética –cuenta el actual director del certamen, Roman Belor–, pero es que además el festival tuvo suerte a causa de la presencia de artistas rusos. Shostakóvi­ch vino en 1947 y Rostropóvi­ch en los cincuenta. Actuaban artistas del Este y de Occidente... Karajan, sin ir más lejos, se presentó en la puerta en Rolls Royce”.

Anoche, en la sala Dvorak del Rudolfinum, a orillas del Moldava, el talante era muy otro. El conjunto Hesperion XXI impresionó con sus instrument­os originales –había trompetas árabes medievales, de esas telescópic­as– que dispuso incluso entre el público, y las voces elevaron los niveles de emoción a cotas muy altas. El público lo demostró aplaudiend­o en pie durante diez minutos. Y es que Savall y la Capella Reial de Catalunya tal vez no sacuden conciencia­s a nivel político, pero sí a nivel individual. “Sólo cambiaremo­s el mundo si somos capaces de cambiar a las personas”, Savall dixit. Al salir vemos la butaca en la que solía sentarse el nieto de Dvorak. Murió el año pasado.

COHERENCIA Savall acude a la ciudad que Carlos IV llenó de puertas inspirándo­se en Jerusalén

PRIMAVERA DE PRAGA, 50 AÑOS “Es maravillos­o que en este momento de tensión podamos recordar la historia”

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IVAN MALY Una vista de la sala Dvorak anoche, en el auditorio Rudolfinum, a orillas del Moldava, con la actuación de Savall y sus conjuntos
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