El hueso de la fruta
Benedict Anderson apuntó en un libro muy influyente (Imagined Communities, 1983) que todas las naciones modernas son, sin excepción, comunidades imaginadas por las personas que se identifican con ellas. Esta definición invita a ver las naciones como lugares donde se vive mentalmente y que han sido construidos con imágenes creadas por vías diversas que permiten que quienes los habitan con la mente se sientan como en casa en compañía de aquellos con quienes creen compartir la residencia. Posteriormente el sociólogo estadounidense Rogers Brubaker remarcó que no sólo hay diferentes naciones imaginadas de maneras diferentes, sino que una misma nación también puede ser imaginada de maneras diferentes en tiempos diferentes o, incluso, al mismo tiempo, cuando la imaginan personas diferentes. En esta consideración tan pertinente, Brubaker pasaba por alto otra posibilidad: que una misma nación sea imaginada al mismo tiempo de manera diferente por las mismas personas. Si no se tiene en cuenta esta posibilidad, el pujolismo y sus secuelas actuales se convierten en fenómenos del todo incomprensibles.
La consideración de Brubaker sobre las múltiples maneras de pensar una nación se encuentra en un artículo, In the name of the nation (2004), donde trataba de esclarecer el funcionamiento de los discursos políticos que pretenden hablar en nombre de la nación. Hay que recordar que, entonces, en los EE.UU. el recuerdo del 11-S era muy vivo, que la guerra de Iraq había empezado meses antes y que, como señaló Wendy Brown, los lazos amarillos en apoyo de las tropas se habían convertido en iconos que querían recordar cuál era la frontera que separaba no sólo los buenos americanos de los enemigos de la nación, sino, incluso, el bien y el mal. Es en este contexto, en el que quienes hablaban en su nombre excluían del “nosotros” de la nación a los que disentían de sus políticas, que Brubaker subrayaba que las naciones pueden imaginarse de muchas maneras y que algunas eran más inclusivas.
Brubaker también se ocupaba del caso en que la comunidad imaginada no coincide con la totalidad del territorio del Estado y el discurso nacionalista sobre la nación conlleva una demanda de autonomía o independencia y trabaja la imaginación buscando cambiar la manera no necesariamente exclusiva cómo la gente se identifica nacionalmente. Y también hablaba, como en publicaciones anteriores, de lo que denomina la “nación nuclear” (core nation).
La nación nuclear es la nación en que viven sentimentalmente quienes se consideran los propietarios legítimos de la política nacional porque consideran que representan las esencias patrias que el Estado, ya sea un viejo Estado, un poder autónomo o un nuevo Estado independiente, tendría que promover. El hecho de que quienes habitan en una nación nuclear aspiren a construir una nación en la que el hueso se confunda con la fruta es lo que explica fenómenos como el pujolismo y sus secuelas, que tan pronto hablan políticamente de la nación con un lenguaje liberal apto para todos los públicos como se dirigen más sinceramente a los afines con otros lenguajes.
Una misma nación puede ser imaginada al mismo tiempo de manera diferente por las mismas personas