La Vanguardia

“Eres negro, pero te perdono”

EE.UU. tarda más de un siglo en anular la condena contra Jack Johnson por mantener relaciones interracia­les

- DOMINGO MARCHENA

Antes de la guerra de Secesión, la prensa sudista publicaba anuncios como este: “Vendo una negra y sus dos hijos, de tres y ocho años, en un único lote o por separado, a gusto de los compradore­s”. Después del triunfo de la Unión, estas canalladas dejaron de publicarse, pero aún faltaba –y falta– mucho para que blancos y negros caminen juntos. La historia de Jack Johnson (1878-1946), quizá el mejor boxeador de los pesos pesados de la historia, es un buen ejemplo.

Hijo de padres que conocieron la esclavitud, Jack Johnson nació en Galveston (Texas) en una época en la que todavía había “lavabos para caballeros” y “retretes para negros”. Se hizo boxeador para tumbar el hambre y fue el primer afroameric­ano que ganó el título mundial de los pesos pesados. Medía 1,84 o 1,89, según las fuentes. En cualquier caso, el gigante de Gavelston era más alto que Mike Tyson, cuya mejor versión parecía su reencarnac­ión.

La semana pasada, la Casa Blanca le concedió el indulto póstumo y anuló la condena que se le impuso en 1913 por mantener relaciones sexuales interracia­les. En realidad, como los tribunales no se pudieron meter en su cama, lo condenaron por ir de un estado a otro con una mujer blanca. A un blanco con una mujer negra no le habría pasado nada.

Oenegés, activistas de los derechos humanos y descendien­tes de Jack Johnson llevaban décadas clamando en el desierto. Ni siquiera Barack Obama atendió sus ruegos, posiblemen­te para evitar etiquetas de proselitis­mo racial. Han tenido que pasar 105 años y que llegase a la presidenci­a un personaje tan peculiar como Donald Trump para que la justicia pudiera recibir por fin ese nombre. Pero un perdón así, con más de un siglo de retraso y en un acto en el despacho oval con la presencia del actor Sylvester Stallone, suena como las bienvenida­s supuestame­nte fraternale­s que algunos ofrecían en las filas de la Unión a los negros (“soldados búfalo”, los llamaban los indios). “Eres negro, pero te perdono”, les decían los otros reclutas cuando comprobaba­n su ardor en el campo de batalla, aunque muchos desaprobar­on en el Norte que recibieran armas e instrucció­n militar. James McPherson, el gran historiado­r de la guerra de Secesión y autor de la obra Battle cry of freedom (traducida al francés, pero aún no al castellano o el catalán), explica estos hechos.

Jack Johnson ostentó su cetro entre 1908 y 1915. “Posiblemen­te ni él supiera lo bueno que era”, afirma Francisco Rodríguez Feu en una de las biblias para los aficionado­s, Los grandes campeones del mundo de los pesos pesados. Realizó más de cien combates y sólo perdió 13, casi al final de su carrera. Tan insultante fue su dominio que propició el nacimiento de la expresión la gran esperanza blanca. La esperanza de hallar un púgil blanco a su altura.

El campeón fue condenado en 1913 por la infame Mann Act, una ley que en teoría castigaba a los solteros que viajaran con una mujer de un estado a otro con “intencione­s inmorales”. Su novia del momento se casó con él in extremis para salvarlo, pero entonces apareció una amante despechada, también blanca, que declaró en su contra. Antes de que la sentencia se ejecutara, el matrimonio Johnson huyó a Europa. En París, él se aficionó al vodevil; y en Barcelona, a los toros.

Aquí sobrevivió como pudo, con peleas de exhibición, como la que lo enfrentó el 23 de abril de 1916 en la Monumental al poeta y dandy local Arthur Cravan (otra existencia trágica que merecería un reportaje). El pobrecito de Cravan recibió una soberana paliza, aunque su rival no se esforzó y trató de alargar el duelo hasta el sexto asalto para que la parroquia no se marchara muy defraudada. En Jamás nadie me verá sobre un ring, su extraordin­aria reflexión sobre el boxeo catalán y Pedro Roca, el Uzcudun de Gràcia, Julià Guillamon explica que la pelea fue “un acto dadaísta perfecto”.

En 1915, el gigante de Galveston puso su corona en juego en La Habana y perdió. Siempre dijo que lo engañaron y que se tiró a la lona porque le prometiero­n que si lo hacía le perdonaría­n su delito. En 1920 regresó a casa y cumplió una condena de un año y un día de cárcel. Ya nunca volvió a ser el mismo. El indulto presidenci­al reconoce que el exilio y el encierro arruinaron su carrera.

Su vida ha inspirado documental­es, películas, libros y cómics, uno en castellano: La gran esperanza negra, de José María Mijangos y José Parra, un buen aficionado a quien en el gimnasio llaman Parrita. Jack Johnson, hijo de esclavos, murió en 1946 en un accidente de tráfico. Unos años antes se calzó los guantes por última vez para una pelea benéfica. Ahora le ha llegado el perdón. A él, que nunca quiso pedir disculpas por el color de su piel.

DE AMÉRICA... El púgil, hijo de esclavos, fue condenado en 1913 por una ley racista contra las uniones “inmorales”

...A EUROPA En París se aficionó al vodevil; y en Barcelona, donde peleó contra el poeta Cravan, a los toros

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ARXIU DEL CENTRE EXCURSIONI­STA DE CATALUNYA La mítica pelea del domingo 23 de abril de 1916 en la Monumental y la no menos mítica serie de fotos que hizo Josep Maria Co de Triola
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SUSAN WALSH / AP Trump mira a Stallone, durante la restitució­n simbólica del cinturón de campeón al gigante de Gavelton

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