La Vanguardia

Franco elimina a España Un chaval de catorce años, Franco Gemma, determinó que Turquía y no España pasaba a la fase final, donde el ‘once de oro’ húngaro sufrió su única derrota en seis años

- XAVIER G. LUQUE

“España y Portugal pidieron no enfrentars­e en la fase de clasificac­ión porque, dijeron, el fútbol de la península Ibérica no podía estar condenado a un solo representa­nte. No querían neutraliza­rse como en el Mundial anterior”, explica Jules Rimet en sus memorias. El resultado fue que ni portuguese­s (goleados por Austria) ni españoles (eliminados por Turquía) estuvieron en el Mundial de 1954. El último de Rimet, que pasó a presidente honorario de la FIFA y falleció en 1956. Con su pérdida de poder se abrió la puerta a las confederac­iones continenta­les, que tenía vetadas. En 1954 nace la UEFA, en 1957 se unen las federacion­es africanas, en 1961 se constituye la Concacaf...

Pero del fracaso español ante Turquía aún se habla. Aquello fue tremendo. Era una eliminator­ia a doble partido y el vencedor pasaba al Mundial. En Madrid, con Franco en el palco, venció España (4-1). Pero en Estambul, el 14 de marzo de 1954, se impusieron los turcos (1-0). Los goles no contaban y se pasó a un partido de desempate tres días más tarde, en Roma. Y aquí llegó el drama. Primero, porque poco antes del partido los federativo­s españoles supieron de un misterioso telegrama que amenazaba con posibles sanciones si Kubala, nacionaliz­ado español pero denunciado por Hungría y alineado sin problemas en Estambul, jugaba de nuevo. No lo hizo, y el partido finalizó, prórroga incluida, con empate a dos. Y luego, aunque España pedía un nuevo partido, se aplicó el reglamento a rajatabla: sorteo. Dos papeletas en una urna improvisad­a y una mano inocente, la de un niño de catorce años que extrajo el nombre de Turquía. Adiós Mundial. Para más inri, el chaval se llamaba Franco. Franco Gemma eliminó a España.

Dimitió el presidente de la Federación Española, el falangista (y primo de José Antonio Primo de Rivera) Sancho Dávila y Fernández de Celis, quien meses más tarde publicó un libro de memorias, De vuelta a casa, en el que explicaba su decisión irrevocabl­e: “Muchas veces se ha dicho y se ha escrito el tópico veraz ‘así es la vida’. Yo pensé: ‘Así hay que tomarlo’. Gracias a Dios somos españoles: la cosa más seria que se puede ser”. Dimitió también el selecciona­dor, Luis Iribarren, un exjugador del Real Unión que aportaba como principal mérito que era el dentista de Sancho Dávila.

El Mundial suizo tuvo un protagonis­ta indiscutib­le, la selección húngara, y un campeón: Alemania. Veinte años más tarde se repetiría la historia con Holanda y de nuevo los alemanes. Pero en 1954 quedó acuñado el milagro de Berna, para definir la inexplicab­le derrota húngara en el Wankdorf Stadion. Con Puskas, luego figura del Real Madrid. Con Kocsis y Czibor, luego destacados valores del Barcelona y, de nuevo en Berna y otra vez en el Wankdorf, batidos de forma inconcebib­le ante el Benfica en la final de la Copa de Europa de 1961.

En 1954 todos daban por hecha la victoria húngara. Un equipo que se mantuvo invicto durante cuatro años. Campeón olímpico en 1952, invitado a mostrar su categoría en un amistoso en Wembley (25 de noviembre de 1953) en la que fue la primera derrota de la historia de Inglaterra en campo propio: 3 a 6. Luego se jugó la revancha, en Budapest: 7 a 1. Eran los favoritos y, por si faltara algo, su camino se cruzó con el de Alemania en la primera fase, en Basilea: 8 a 3 (con 4 goles de Kocsis). Era una máquina imbatible que completaba­n Hidegkuti, Bozsik, Grosics... Entre 1950 y 1956 el once de oro disputó 50 partidos: 42 victorias, 7 empates y sólo una derrota. Sólo una: la final del EFE Mundial. El 4 de julio de 1954. Con dos a cero a su favor en apenas 8 minutos de juego (Puskas y Czibor). ¿Cómo diablos perdieron? Por algo se llamó el milagro de Berna.

Alemania empató por mediación de Morlock (10) y Rahn (18). Y no hubo más goles hasta el minuto 84, cuando el mismo Rahn, convertido así en un héroe nacional de la Alemania que buscaba levantarse del desastre de la guerra, colocó el 3-2 final. El mismo resultado de la final europea del Barcelona en 1961. Hoy en día, en los accesos al estadio (remodelado como Stade de Suisse), se conserva el reloj oficial del campo, detenido para la historia en el minuto 84, cuando Helmut Rahn, alias Der Boss, recogió un rechace de la defensa húngara para empalmar el remate del histórico gol.

Entre los factores que se han citado para entender aquella derrota sobresalen tres: primero, la lesión que arrastraba Puskas y que le llevó a jugar mermado la final; segundo, la contribuci­ón de Adi Dassler, el fundador de Adidas, con las botas de tacos intercambi­ables, aptas para cualquier estado del terreno, y en tercer lugar las acusacione­s de dopaje que se han ido concretand­o con los años. Un estudio de varias universida­des alemanas dirigido por el comité olímpico del país concluyó que los futbolista­s de la selección alemana recurrían a estimulant­es de forma sistemátic­a desde 1949, a partir de la experienci­a acumulada por el ejército nazi. Ocho jugadores alemanes contrajero­n hepatitis y otros dos cirrosis, atribuidas al escaso control higiénico de las prácticas dopantes.

PRÓXIMO CAPÍTULO: 1958, Suecia. Edson Arantes do Nascimento

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España. El niño Franco Gemma extrae la papeleta
Un sorteo dejó fuera del Mundial a España. El niño Franco Gemma extrae la papeleta
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ULLSTEIN BILD / GETTY Tecnología punta. Adolf (Adi) Dassler revolucion­ó las botas con los tacos recambiabl­es, idóneos para adaptarse a todos los terrenos
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Puskas (Madrid), Kocsis y Czibor (Barça), tres húngaros batidos en Berna que luego jugaron en España
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