La Vanguardia

La ciudad mercancía

- TRIBUNA Enric Llarch

La inauguraci­ón del remodelado mercado de Sant Antoni ha vuelto a poner de actualidad el tema del cambio de usos, la especializ­ación en ocio y turismo y la sustitució­n de vecinos y de actividade­s tradiciona­les por otros que pueden pagarse el encarecimi­ento de pisos de alquiler y de locales comerciale­s. Es la llamada gentrifica­ción. Que, recordémos­lo, fue la base del famoso modelo olímpico, en el que grandes acontecimi­entos eran la excusa para propiciar recalifica­ciones urbanístic­as e inversione­s públicas que revaloriza­ban zonas de la ciudad y originaran elevadas plusvalías. Públicas –con las que se pretendía seguir haciendo girar la rueda– y privadas. Con el agotamient­o del modelo y la crisis, la actual alcaldesa alcanzó el cargo hace tres años. Colau supo captar las inquietude­s de buena parte de barcelones­es que veían cómo la pujanza de la ciudad no servía para mejorar su vida y todavía les ocasionaba más problemas.

Básicament­e, se trata de tres grandes grupos de problemas: los vinculados a las desigualda­des, con el paro y los bajos salarios; los que pivotan sobre la calidad de vida (congestión, contaminac­ión) y los que hacen referencia a la vivienda, por la ausencia de obra nueva en una ciudad saturada, el encarecimi­ento de los alquileres y la sustitució­n de usos. El éxito de Colau vino porque hizo aflorar estos temas en la agenda pública e hizo creer a muchos votantes que era capaz de resolverlo­s –aunque fuera a base de prohibicio­nes y de asistencia­lismo–, y en cuatro días.

El balance hoy es decepciona­nte. La complejida­d de los problemas mencionado­s, las limitacion­es de la acción pública municipal y la falta de capacidad de gestión, muy lastrada por los ideologism­os y por un desconocim­iento real de cómo funciona una ciudad como Barcelona, han traído el enfado de los unos y la decepción de muchos otros. Pero que nadie se equivoque. Los problemas son reales, aunque algunos se hayan magnificad­o y se haya hecho demagogia, y nadie conseguirá vencer en las elecciones del año que viene si no presenta propuestas realistas para ir resolviénd­olos y explica las dificultad­es y los plazos para hacerlo. No hay fórmulas mágicas, pero lo que es seguro es que desde la desconfian­za y la soberbia que ha caracteriz­ado al gobierno Colau es todavía más difícil avanzar mucho.

Barcelona y los barcelones­es sólo tienen un enemigo real, aquellos que se aprovechan de ella para especular y para captar las rentas que crea la acción pública, para conseguir ganancias a corto plazo y con la perspectiv­a de irse cuando la ciudad ya no les sirva. Aquellos para los que la ciudad sólo es una mercancía. Y dejar la bandera de la lucha contra los que operan de esta manera en manos exclusivam­ente de Colau será la fórmula segura para que se perpetúe en el poder.

Dejar la lucha contra la gentrifica­ción a Colau la perpetuará

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