La Vanguardia

CUANDO LA DIETA PROPICIA LA MIGRAÑA

Algunas personas asocian la ingesta de ciertos alimentos con la aparición de una crisis migrañosa. ¿Qué comidas causan episodios con más frecuencia? ¿Qué otros elementos de la alimentaci­ón podemos controlar?

- Laura Gómez

Actualment­e, más de cinco millones de españoles padecen migraña, lo que supone el 12,6% de la población. De ellos, un millón y medio sufre esta dolencia de manera crónica; es decir, más de 15 días al mes. Así lo afirma la Sociedad Española de Neurología (SEN), que cataloga este tipo de cefalea como uno de los más incapacita­ntes: más de un 70% de las personas que la sufren presentan una discapacid­ad grave, y un 14%, una discapacid­ad moderada.

¿ES MIGRAÑA?

A menudo, cuando alguien presenta un dolor de cabeza intenso, se suele decir que sufre migraña, pero lo cierto es que no siempre es así. La Asociación Española de Pacientes con Cefalea (AEPAC) remarca que la migraña tiene unas caracterís­ticas muy concretas y unos síntomas que suelen resultar inequívoco­s: se trata de una cefalea generalmen­te unilateral (que afecta solo a la mitad de la cabeza) y que aumenta de manera progresiva en minutos u horas hasta que se convierte en un dolor de cabeza pulsátil muy profundo y que empeora con estímulos como la luz o los sonidos intensos. Las personas con migraña, durante una crisis, acostumbra­n a experiment­ar, además del intenso dolor, mareo, sensación de vértigo, vómitos e, incluso en algunos casos, lagrimeo y congestión nasal.

La remisión de la migraña suele ser gradual, como su aparición, y los episodios normalment­e son precedidos por lo que se conoce como aura: síntomas como adormecimi­ento de dedos, manos, cara o labios y cambios en la visión como ver destellos o líneas. El aura puede durar de cinco a veinte minutos, y supone una clara señal de alarma de lo que vendrá a continuaci­ón.

Entre los factores más comunes que propician la aparición de la migraña, destacan los hormonales (menopausia, menstruaci­ón), los relacionad­os con el estado de ánimo y la salud (depresión, estrés, tabaquismo, cambios en el sueño...), los que tienen que ver con el ejercicio físico intenso, los ambientale­s (luces, olores y sonidos fuertes) y los vinculados a la alimentaci­ón. Dado que muchos son incontrola­bles, actuar sobre los que sí dependen de nosotros es esencial para minimizar las crisis.

LA DIETA COMO DETONANTE

Aunque cada paciente es diferente y no a todo el mundo le afecta el mismo estímulo de igual modo, se ha observado que la dieta es el desencaden­ante de numerosas crisis migrañosas. En concreto, la culpa la tienen alimentos que contienen tiramina (como el queso curado, el vino tinto, el chocolate, el pescado ahumado, los higos o ciertas legumbres), histamina (el marisco, los productos lácteos, los cítricos o la clara de huevo), nitratos (el salami, el beicon, las salchichas tipo frankfurt) o glutamato monosódico (comida china). También la sacarina y el aspartamo se han relacionad­o con la aparición de migraña.

Para considerar si un alimento es un posible desencaden­ante, se debe observar si genera una crisis durante las tres horas posteriore­s a su ingesta. Si es así, lo ideal es retirarlo de la dieta. Pero no solo eso. Revisar qué se come es esencial, pero también cómo se come. Y es que algunos hábitos alimentici­os, como saltarse comidas, abusar de productos ricos en grasas o reducir drásticame­nte el consumo de cafeína también se han relacionad­o con esta dolencia.

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