El Crexells se inmola al cambiar las normas sobre la marcha
Los siete finalistas y los cuatro añadidos renuncian al premio
Tina Vallès fue la primera. El lunes, la autora de La memòria de l’arbre decidió retirar su novela de las candidatas al premio Crexells cuando se supo que el jurado, saltándose las nuevas bases, había añadido cuatro títulos más a los siete libros finalistas escogidos por los socios del Ateneu Barcelonès. Ayer siguieron sus pasos Raül Garrigasait –el segundo en retirarse–, J.L. Badal y Max Besora, tres de los cuatro finalistas añadidos directamente por el jurado. Y de los siete finalistas escogidos por los socios del Ateneu, también retiraron su obra Enric Umbert, Marcel Fité, Sílvia Soler, Teresa Muñoz, Carme Martí y Alfons Cama. Por la tarde, Vicenç Pagès Jordà, uno de los cuatro añadidos y que había dicho que uno no se puede retirar de un premio al que no se ha presentado, dijo: “No queda nadie”.
Hoy, el Ateneu Barcelonès comunicará qué decisión se ha tomado. Si se revisa la lista de obras reconocidas con el Crexells a la mejor novela publicada el año anterior, se puede hacer un recorrido bastante aproximado de lo que ha sido la literatura catalana moderna. El año pasado, sin embargo, la decisión del jurado de reconocer Crui, de Joan Buades, una obra autoeditada y desconocida del gran público, provocó que el Ateneu se planteara cambiar las bases del certamen. En resumen, los socios escogerían a los finalistas y el jurado proclamaría al vencedor a partir de esa selección.
“El Ateneu pensó que sería una buena idea dar voz a los socios –explica Miquel de Palol, miembro del jurado con Rafael Argullol, Valèria Gaillard, Lluïsa Julià, Xavier Pla, Carme Riera y Enric Sòria–. Yo tuve mis dudas porque los mecanismos de la democracia no se trasladan siempre con éxito al ámbito de la cultura, pero con los compañeros del jurado asumimos la decisión”.
Sin embargo, sólo aportaron su grano de arena 150 de los 4.000 socios de la entidad, menos del 4%. “La baja participación hizo cuestionar el nuevo sistema. Además, cayeron las que el jurado consideraba seleccionables, y por eso nos pareció que había que añadirlas, para tener más elementos de valoración –razona Palol–. Nos parecía que así el premio quedaba mejor valorado. Hay obras buenas entre las primeras finalistas, pero ninguna obtenía la unanimidad del jurado”. Y concluye: “Esta acción se ha emprendido precisamente por el prestigio del premio. Aunque es discutible, lo que quiere el jurado es premiar la mejor novela del año anterior”.
Sílvia Soler lo resumía así: “Me parece que ahora ya todo el mundo tiene claro que no se han hecho bien las cosas. Me sabe mal por el premio y por los socios del Ateneu que habían votado. Qué cosa tan extraña que ser finalista de un premio acabe dejando un regusto tan amargo”.