El futbolista, ante el altar
Sergi Roberto no disputará el Mundial de Rusia pero ayer contrajo matrimonio en Tel Aviv con la modelo Coral Simanovich de modo que –no hay color– el futbolista podrá disfrutar de su viaje de luna de miel sin tener que preocuparse de los ligamentos o de caerle mal a Sergio Ramos.
El estado civil de los futbolistas parece un asunto privado y no lo es, dicho con criterios vintage . O lo es tanto como la alimentación. Una cosa es que todo el mundo disimule y otra la convicción íntima de muchos aficionados de que no rinde por igual el soltero pichabrava que el casado aunque sea sin compromiso.
A la vista de las celebraciones tras los títulos, el Barça es más que un club: es una guardería. La plantilla transmite así sosiego, equilibrio y formalidad, más propia incluso del consejo de administración del BBVA que de un grupo de jóvenes millonarios cuyo trabajo es ocio.
En los últimos años, la profesión de futbolista ha adquirido una respetabilidad social gracias a las apariencias de vida ordenada –o sea, familiar– y el incremento en las plantillas –como la del Barça– de los jugadores casados, condición que muchos futbolistas del siglo XX reservaban para los últimos años de sus carreras con la excusa de que convenía ahorrar para comprar un piso de lujo en Pedralbes o la avenida de Chile.
Hoy, en la noche barcelonesa, es insólito ver a un futbolista más allá de la una y mucho menos verlo con alguna copa de más o rodeado de señoras, estampa que uno recuerda en el bar de un hotel de Palma a mediados de los ochenta después de un partido de Liga como la cosa más natural del mundo. Supongo que el
Ayer fue Sergi Roberto..., los futbolistas de élite casados parecen mejores profesionales
temor a las fotos tomadas con el móvil y las redes disuaden de ciertas juergas en público, que acaso se desarrollan a puerta cerrada en hoteles de lujo sin necesidad de apurar la noche.
Carles Rexach defendía en su etapa de míster del Barça la conveniencia de las concentraciones porque ahora –decía–, cuando un bebé llora de madrugada no siempre es la madre la que se levanta, hecho impensable en sus tiempos de jugador y marido. Esta sería la única pega a la teoría de que los centrales, guapos, y los futbolistas, casados.
Desde la añada Ronaldinho, Motta o Deco, la plantilla del Barça parece formal, diurna y centrada. Los jugadores se casan solos, sin necesidad de buenos consejos como los que le dieron –por ejemplo– el señor Núñez y Helenio Herrera al Lobo Carrasco, cuando despuntaba en el campo y en la vida nocturna.
Uno, no las tiene todas pero lo admite: los futbolistas de élite casados parecen mejores profesionales.