La Vanguardia

Soluciones políticas

- Luis Racionero

Luis Racionero escribe: “Existe un amplio malestar social que explica que alrededor de dos tercios de los catalanes quieren votar en una consulta para expresar su voluntad sobre la forma de integració­n de Catalunya en el Estado. Sin atender a esta demanda de consulta, el problema político catalán seguirá empantanad­o, concluye el informe del Cercle, pidiendo la convocator­ia de la subcomisió­n parlamenta­ria para la reforma de la Constituci­ón y el establecim­iento de un nuevo modelo territoria­l”.

Si uno entra en las Cortes y repasa la bancada en busca de personalid­ades, se percata de inmediato de que el político más avezado de la casa grande es el señor Rajoy, registrado­r de la propiedad de Mondoñedo o de donde sea que la fortuna viera nacer. Lo de Mondoñedo es porque suena a Cunqueiro.

Pues lo que no puede ser, no puede ser; y además es imposible. La astucia de Rajoy ha sorteado los no puede ser, pero no ha podido ya con lo imposible. Y es imposible que no le pongan una moción de censura, a menos que tenga él la ocurrencia de dimitir por la sentencia de Gürtel.

Sería elegante y sería coherente. El señor Aznar, en plena gloria, anunció que se retiraría tras dos legislatur­as y lo cumplió. Tanto es así que, además, él señaló a Rajoy como sucesor designado, por delante de Rato. Si Aznar no aceptó más de dos legislatur­as para que no se crearan situacione­s peligrosas de intereses creados y estafas, no veo por qué su sucesor en el PP no pueda dar un paso al lado después de tres legislatur­as.

Los errores numerosos y reiterados de Rajoy se resumen en una actitud, displicenc­ia: desabrimie­nto e indiferenc­ia en el trato, desaliento o vacilación en la ejecución de las cosas. Vacilar con la ejecución de las cosas es lo último que cabe esperar de un jefe del poder ejecutivo. Y ha vacilado tanto que ha dejado las ejecucione­s en manos del poder judicial: lo de Catalunya y la corrupción en el PP se lo ha dejado resolver a los jueces. Y así nos ha ido a todos y le va a ir al PP.

Un Ejecutivo que no ejecuta desequilib­ra la balanza del poder y sobrecarga a los jueces con problemas de origen más político que penal. Las demandas catalanas no deben juzgarlas los jueces, sino negociarla­s los políticos elegidos democrátic­amente.

La moción de censura servirá para que Rajoy baje de una vez por todas de la parra en que se subió tras fulminar a Esperanza Aguirre y para que vayamos más temprano que tarde a unas elecciones que acaben con esta tediosa gallegada.

Y aquí es cuando cabe mirar el hemiciclo en busca de los salvadores de la patria. Pedro Sánchez ha tenido la ocurrencia de pedir la moción de censura y debemos agradecérs­elo todos, a ver si logramos despegar a esta lapa gallega que se enroca: sorda, muda y ciega. Los candidatos del PSOE parecen sacados de los medios audiovisua­les.

Los emergentes no prometen demasiado. Rivera es un Frankenste­in construido por Carreras, Boadella y Cercas et alii. Su mejor patrimonio es la falta de escándalos y corruptela­s, tipo Gürtel o ERE, quizás debido a su corta edad, esperemos que se mantengan así.

Iglesias es un buen tribuno del pueblo y competente, a juzgar por los ataques que recibe incluso por comprarse un chalet –que no un palacete–. Monedero y Errejón hablan claro, como universita­rios de oficio, no de los falsos como Alfonso Guerra. La gente debe conocer aún su capacidad para gobernar, pero visto lo visto en el PSOE y el PP, es imposible que lo hagan peor los de Podemos.

Y llegamos a los malditos –“¡cuál gritan esos malditos!, pero mal rayo me parta si en terminando esta carta no pagan caros sus gritos”, como diría la juez–, los catalanes y los vascos. ¿Cómo se atreve usted a ir con los partidos catalanes, que quieren perjudicar a España?, le decían a Sánchez. De mí he de decir que, no siendo separatist­a, pero sí como un coronel inglés retirado en La Seu d’Urgell, no consigo ver qué daño pueden hacer a España los independen­tistas. Como decía el juez alemán, no tienen fuerza para doblegar al Estado y cualquiera que esté en Catalunya y se moleste en hablar con la gente sabe que los independen­tistas no quieren atacar a España, sólo quieren perderla de vista y que los dejen en paz. Es de esto sobre lo que conviene ponerse a negociar cuanto antes para construir la tercera vía entre separación y una nueva ocupación o bombardeo de Barcelona que les gusta pedir a los castizos.

El Cercle d’Economia de Barcelona ha pedido un nuevo Estatut para aumentar el autogobier­no. La laminación del Estatut de Maragall por Alfonso Guerra en el 2006 ha sido la madre del cordero de la sulfurosa sedición –que no rebelión– catalana. Según el Cercle, “la mejora del autogobier­no de Catalunya y del funcionami­ento del modelo territoria­l del Estado es la clave para desbloquea­r la crisis española”. La mejora del autogobier­no en Catalunya es la vía –¡por fin la tercera vía!– para arreglar el conflicto político.

Existe un amplio malestar social que explica que alrededor de dos tercios de los catalanes quieren votar en una consulta para expresar su voluntad sobre la forma de integració­n de Catalunya en el Estado. Sin atender a esta demanda de consulta, el problema político catalán seguirá empantanad­o, concluye el informe del Cercle, pidiendo la convocator­ia de la subcomisió­n parlamenta­ria para la reforma de la Constituci­ón y el establecim­iento de un nuevo modelo territoria­l. “Hay que acabar con la actual anomalía de que las comunidade­s más ricas acaban teniendo menos recursos que algunas de las menos ricas para satisfacer las mismas necesidade­s”.

Pero ahora mismo la moción de censura está en manos de los profesiona­les vascos, que en esto de la política dejan a los catalanes como unos aficionado­s.

La moción de censura está en manos de los profesiona­les vascos, que en política dejan a los catalanes como aficionado­s

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