Hiroshi Moriyama
Mueren 333 cetáceos en la última campaña de caza
MINISTRO AGRIC. Y PESCA JAPONÉS
Según un informe, Japón ha cazado, en la última campaña, 122 ballenas hembra embarazadas. Los conservacionistas acusan a los nipones de saltarse las leyes internacionales y no realizar las capturas con fines científicos sino comerciales.
Los balleneros japoneses mataron a 333 ballenas, de las que 181 eran hembras y 122 estaban embarazadas, en la última campaña calificada de investigación realizada a lo largo de doce semanas frente a las costas de la Antártida, según un informe hecho público por la Comisión Ballenera Internacional. De las ballenas capturadas, 53 eran ejemplares inmaduros.
Las campañas de caza de ballenas son legales siempre que se hagan con propósitos científicos, pero los conservacionistas aseguran que el informe pone de manifiesto que Japón captura las ballenas con propósitos comerciales camuflados de intereses científicos.
“La muerte de 122 ballenas preñadas es una estadística impactante y una triste acusación sobre la crueldad de la caza de ballenas de Japón”, dijo en un comunicado Alexia Wellbelove, directora de programas de la Humane Society International.
“Es una demostración más, por si fuera necesaria, de la naturaleza verdaderamente espantosa e innecesaria de las operaciones de caza de ballenas, especialmente cuando las capturas sin muerte han demostrado ser suficientes para las necesidades científicas”.
Pero a la luz de lo que establecen las leyes internacionales sobre la práctica ballenera y de algunos intereses geopolíticos, tratar de saber si realmente Japón pesca las ballenas con intereses científicos o comerciales no parece algo fácil de establecer de forma clara y definitiva.
Según el convenio internacional para la regulación de la pesca de la ballena, de 1946, este tipo de campañas son legales siempre que su propósito sea la investigación científica. De hecho, en el 2014, el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) ya prohibió a Japón, de forma temporal, pescar ballenas en el océano Antártico, pues consideró que no se hacía respetando los términos de dicho acuerdo. El problema es que este mismo tratado permite vender la carne de las ballenas capturadas.
Japón remodeló su programa de capturas y volvió a pescar ballenas, dos años más tarde, con una reducción de dos tercios de la cuota.En el 2014, Japón tenía como objetivo capturar en la Antártida –cada año– 850 ballenas minke, 50 ballenas de aleta y 50 ballenas jorobadas. Ahora tiene una cuota anual de 333 ballenas minke.
Por si esto fuera poco, una ley federal australiana estableció un santuario para las ballenas, los delfines y las marsopas en una área que se extiende hasta aguas de la Antártida que Australia reclama como propias. Japón no ha reconocido nunca esta reclamación australiana y la ignora.
Este fue el motivo por el cual, en el 2010, Australia llevó a Japón ante el TIJ, y el caso terminó en la prohibición temporal de pesca al país nipón en el 2014. Además, en el 2015, un tribunal australiano multó a la ballenera japonesa Kyodo Senpaku con más de 640.000 euros después de descubrir que no acataba la prohibición del tribunal. El castigo, sin embargo, era difícilmente exigible sin contar con la cooperación del Gobierno japonés, y Australia tampoco quiso insistir pues, si la disputa volvía a llegar al TIJ, una de las cuestiones que se dirimirían con toda probabilidad sería la reclamación australiana sobre parte de la Antártida, cosa que el país oceánico quiso evitar.
Ya en el 2015, un panel de expertos de la Comisión Ballenera Internacional intentó responder a la misma pregunta que se plantea ahora. En aquella ocasión el panel se confesó incapaz de determinar si el muestreo letal era necesario para que Japón lograra sus objetivos científicos.
Los conservacionistas dicen que las capturas esconden propósitos comerciales bajo falsos intereses científicos