La Vanguardia

Moción de distensión

- Gemma Ubasart

Hace una semana, Pedro Sánchez tildaba de racista y supremacis­ta al president de la Generalita­t Quim Torra. También había apuntado la necesidad de reformar el delito de rebelión para que pudieran caber los “hechos de octubre”. La salida de la hibernació­n voluntaria en la que se encontraba el líder socialista transitó por la senda de echar más leña al fuego a la crisis catalana. Una dureza que ni el propio Mariano Rajoy –como él mismo ha recordado– había llegado a emplear. Siete días después Sánchez desgrana un discurso completame­nte distinto en la cuestión nacional-territoria­l que le vuelve a acercar al líder socialista que ganó las primarias. Elementos a destacar: la existencia de un problema político, el daño que hizo la sentencia del TC contra el Estatut, el reconocimi­ento de la legitimida­d de Torra como president y la voluntad de construir puentes de diálogo con la Generalita­t. A ratos también ha sonado una suerte de eco de la España plural de Rodríguez Zapatero.

Este cambio de posicionam­iento de Sánchez ejemplific­a un contexto más amplio de distensión con relación al contencios­o catalán. El desencaden­ante ha sido la sentencia de la Gürtel y el posterior registro por parte del PSOE de una moción de censura al presidente del Gobierno. El vector de desbloqueo de un conflicto a veces llega de forma inesperada, por una confluenci­a de casualidad­es, que a la vez provocan nuevas oportunida­des. Pero también llovía sobre mojado. La creación de otro escenario posible ha contado, como mínimo, con dos elementos más de fondo. El primero, los partidos estatales de izquierda han aprendido que el multiparti­dismo ha llegado para quedarse y que están condenados a entenderse (entre ellos y con otras formacione­s): en este sentido han caído las líneas rojas de Podemos y el PSOE no ha puesto a priori vetos a ninguna fuerza política. El segundo elemento, una parte importante de dirigentes de ERC y el PDECat han ido asumiendo la necesidad de volver a la vía política, de priorizar la constituci­ón de un gobierno efectivo, recuperar el autogobier­no y levantar el 155. Y de abrir vías de diálogo con actores políticos españoles. La apuesta de Torra por desencalla­r la formación del Govern proponiend­o consejeras sin causas judiciales pendientes (desoyendo a la CUP y la ANC) va en esta línea.

Muchas creen que es momento de mirar hacia delante (parafrasea­ndo a Carles Campuzano). Ahora bien, quizá sería bueno tener en cuenta también las palabras de Joan Tardà: “Dialogo sí, pero sólo les pedimos una cosa, no nos tomen el pelo, por favor. Tenemos demasiado dolor para aguantar que nos tomen el pelo”.

Una parte sustancial de dirigentes de ERC y PDECat han asumido que hay que volver a la vía política

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