La Vanguardia

‘Game over’

- Pilar Rahola

Apesar de su demostrada capacidad de superviven­cia, finalmente ha ocurrido lo que parecía inimaginab­le: Rajoy ha caído. Hace ocho días conseguía driblar su último in extremis, salvando los presupuest­os gracias al PNV, pero hace tiempo que la política española tiende al esperpento y cualquier prospectiv­a choca con la realidad. Ayer era el Survivor de la política española, un tipo resiliente que se sentaba en su tienda a ver pasar el cadáver de sus enemigos, y hoy entra, con honores, en el nutrido cementerio de los caídos por la patria espuria, esa que habita en los ávidos bolsillos. Cayó el gran mamut, y lo hizo por la puerta pequeña que le había señalado, con dedo implacable, una sentencia que situaba su credibilid­ad en la picota.

A partir de aquí, la política española se presenta abierta en canal, y cualquier previsión pertenece al género de la futurologí­a. En el momento de escribir el artículo, no se sabe si la moción concluirá su ciclo y colocará a Pedro Sánchez en una inestable Moncloa, o si dimitirá Rajoy, Sánchez hará caer la moción, y se entrará en fase gestora con convocator­ia electoral. Parece que la primera opción es la más probable, pero sea cual sea, el cambio de paradigma parece evidente.

El retorno de Sánchez va en paralelo a la descomposi­ción del PP, que inicia su travesía por el desierto

De momento, algunas conclusion­es provisiona­les. La primera, que Sánchez ha renacido otra vez, confirmand­o su naturaleza de ave fénix, justo cuando parecía que había quedado sepultado por el alud del 155. Hacía tiempo que había perdido la iniciativa, el fuelle y la voz, e incluso los mordaces guionistas del Polònia lo habían enviado al museo. Pero nobleza obliga reconocer que el líder socialista sabe resucitar cuando todos lo dan por muerto. En estos momentos no sólo vuelve a marcar la pauta política, sino que está a las puertas de habitar en la Moncloa.

El retorno de Sánchez va en paralelo a la descomposi­ción del PP, que inevitable­mente iniciará una dolorosa travesía por el desierto, con los líderes territoria­les en situación de pánico. Acabó el marianismo, pero aún no ha empezado el feijooísmo, y ello si doña Soraya permite el asalto gallego, con Cospedal metralleta en mano. Y en perfil, enfundado en la bandera, con la palabra España pronunciad­a cada cinco palabras justas –cuatro sería un exceso–, el líder de Ciudadanos se prepara para posponer su asalto, porque Sánchez le ha cambiado el paso. Es evidente que Rivera tiene unas perspectiv­as electorale­s muy buenas, pero necesitaba un tiempo más de marianismo en el poder, para ir vampirizan­do los votos del PP, y ahora que el susodicho irá a la oposición pasarán dos cosas: una, que peperos y ciudadanos se enzarzarán en una apasionant­e lucha de barro; y otra, que un PSOE en el poder nutrirá su bolsa de voto. El resto de partidos y la cuestión catalana también se mueven en esta nueva pantalla, pero merecen artículo aparte. Acaba, pues, Rajoy y todo cambia. ¿Hacia dónde? De momento, incertidum­bre.

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