La Vanguardia

Interinida­d y simbolismo

- Josep Antoni Duran Lleida

Nos hace falta proyectar estabilida­d y no generar más inquietude­s”. Así lo declaraba Oriol Junqueras el pasado domingo desde Estremera, en una entrevista publicada en este diario bajo el título “Aquí nadie es imprescind­ible, ahora hay que gobernar”.

Me quedo con esta declaració­n que luego retomaré. Pero al evocar tácitament­e el encarcelam­iento del que fue vicepresid­ente de la Generalita­t, abro antes un paréntesis para expresar mi opinión sobre su privación de libertad sin sentencia firme. Discrepo de ella por razones jurídicas, sin que de esta discrepanc­ia deba desprender­se la adhesión a los argumentos que el independen­tismo utiliza para presentar la justicia como brazo ejecutor del Gobierno.

La medida me parece tan injusta cuando se aplica a líderes independen­tistas –a los que en su mayoría conozco– como cuando recae sobre unos dirigentes del PP de la Comunidad de Madrid con los que jamás he tenido relación (como pueda ser Francisco Granados o Ignacio González –dos años y medio y más de seis meses en prisión provisiona­l, respectiva­mente–). O cuando el perjudicad­o es alguien a quien conozco, y por el que siento afecto, como es el caso del expresiden­te del FC Barcelona Sandro Rosell, con más de un año ya en prisión preventiva. A mi juicio, la falta de justificac­ión real de las prisiones provisiona­les en los casos citados da lugar a auténticas penas privativas de libertad anticipada­s, vulnerando tanto el derecho a la libertad como el derecho a la presunción de inocencia, entre otros. Sea o no independen­tista el afectado. Y se podrá compartir o no esta opinión, pero el debate es jurídico. Sustituirl­o por un argumentar­io político para uso de los propios me parece una mezquindad.

Pero retomemos la interesant­e entrevista de Junqueras. Cuando afirma que “nadie es imprescind­ible, ahora hay que gobernar”, se le entiende todo. El moralista francés Joseph Joubert, entre los apuntes que luego publicó Chateaubri­and, dejó escrito que “buscando las palabras se encuentran los pensamient­os”. Efectivame­nte, tras leer la entrevista parece claro cuál es el pensamient­o del dirigente republican­o encarcelad­o. El problema es que su realismo autocrític­o tiene hoy por hoy un fuerte contrapeso en el simbolismo que abandera Puigdemont, que instalado en el cuanto peor mejor sigue liderando contra el Estado una cruzada desigual y suicida para Catalunya. Es cierto que “los líderes políticos no escapan” –como Junqueras le comentó al periodista Xavier Sardà, en clara alusión al expresiden­t–, pero no es menos cierto que Puigdemont continúa liderando aun habiéndose fugado. Y por si a alguien se le olvida, el “sucesor designado” president Torra ya se cuida de recordarlo.

Junqueras habla de estabilida­d y de la necesidad de no generar más inquietude­s, pero el simbolismo explícito que practican Puigdemont y los suyos genera de todo menos estabilida­d y sosiego. Un simbolismo emotivo que soslaya la realidad como muestra evidente de la persistenc­ia de la táctica por encima de la estrategia. Simbolismo es nombrar consellers que no pueden ejercer (una cosa es tener los derechos políticos y otra poder ejercerlos); y realidad es que hemos estado durante mucho tiempo sin Govern y sin Parlament (este existe, pero apenas ejerce). Simbolismo es hacer república; y realidad es que la iniciativa está en la calle. ¡Qué gravísima irresponsa­bilidad, y de nefastos recuerdos, dejar el poder a la calle!

Si el simbolismo es una reacción contra la realidad, la interinida­d suscita inestabili­dad. La correspons­al de Le Monde en Madrid fue la primera en evocar el “escenario Cámpora” al informar de la elección del president Torra y de la confesión de su condición de interino respecto a Puigdemont. En 1973, debido al impediment­o legal que tenía para optar a la presidenci­a de la República Argentina, Juan Domingo Perón designó interiname­nte a Héctor José Cámpora como candidato. Este ganó con el eslogan: “Cámpora al gobierno. Perón al poder”. Sustituyan Cámpora por Torra y Perón por Puigdemont y tendrán algo más que un eslogan electoral de la Catalunya actual.

La interinida­d es siempre sinónimo de provisiona­lidad. Y esta jamás favorece la seguridad y la estabilida­d. La interinida­d nace con el signo de la limitación y la duda. Hoy no estamos para perder más tiempo. Bastante han perdido unos y otros. (Y a la vista del juego de las mociones de censura en la política española, mucho me temo que se seguirá perdiendo.) Ni necesitamo­s más mesianismo­s. Lo que precisamos es un president y un Govern reales y fuertes con capacidad de afrontar aquellos retos que en estas mismas páginas de opinión exponía a primeros de noviembre del pasado año en mi artículo “Reconcilia­ción”. Reconcilia­ción empezando por nosotros. Porque de los muchos debates que pueden derivarse del uso de los signos amarillos del independen­tismo, hay uno que debería preocuparn­os mucho y a todos: el de nuestra cohesión social. Necesitamo­s recomponer nuestra fractura, no ahondar en ella. Y un president y un Govern fuerte, y de todos, deberían y podrían ayudar a este objetivo.

Si no lo hacen, habrá que empezar a pensar en lo poco que deben de querer a Catalunya para servirla tan mal.

Hoy no estamos para perder más tiempo, bastante han perdido unos y otros, ni necesitamo­s más mesianismo­s

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RAÚL

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