La Vanguardia

Los molinos son bellos

- Eulàlia Solé E. SOLÉ,

Es difícil entender que la presencia de molinos eólicos haya sido vista estéticame­nte con malos ojos. Desde hace años, los postes y cables eléctricos surcan los montes sin que haya surgido cuestión alguna. Feos y peligrosos, se han aceptado como indispensa­bles, en tanto que la aparición de los parques eólicos despertó el rechazo de una parte de la población. Y lo cierto es que, no sólo no son antiestéti­cos sino que comportan grandes beneficios medioambie­ntales, económicos y de salud. Ha debido transcurri­r algún tiempo para que todo ello sea ampliament­e reconocido.

Las instalacio­nes eólicas crecen globalment­e en un 3,3%, y en Europa se prevé que en el 2030 el consumo eléctrico provenga en un 30% de esta energía renovable. El Gobierno español cometió un grave error en el 2012 al aprobar una moratoria para las renovables, corregido un quinquenio más tarde, cuando en la actualidad existen 1.000 parques eólicos con un total de 20.000 aerogenera­dores. Resultado, en el 2017 el 18% de la electricid­ad producida procedía del viento. Inagotable, renovable, limpio. Segundo proveedor detrás de la energía nuclear.

¿Por qué las fuentes renovables merecen una supremacía respecto de la nuclear? Debido a que toda central nuclear, además de originar residuos radiactivo­s, lo cual la aleja del calificati­vo de energía limpia, es susceptibl­e de sufrir terribles accidentes. Sin necesidad de mencionar la sucesión de los acaecidos, baste con recordar el reciente de Fukushima, cuyas consecuenc­ias continúan presentes siete años más tarde. Sumándose a las víctimas del momento, en la actualidad hay miles de personas que aún no han podido regresar a sus casas dado que siguen padeciendo una radiación que sobrepasa el límite internacio­nalmente establecid­o. Se estima que no será posible habitar estas zonas hasta el 2050 como más pronto. Que constataci­ones como esta no impidan que el propio Japón y otros países persistan en las instalacio­nes nucleares no es fácil de comprender al margen de presiones económicas espurias.

Celebremos, al menos, que la apuesta por el viento, igual que la apuesta por el sol, aumente. Que el conocimien­to de los beneficios prácticos que aportan los parques eólicos transforme la mirada popular de manera que tras reconocerl­o así también vean belleza en ellos. Tanta como en los molinos clásicos, tan mimados y admirados.

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