La Vanguardia

Activista de la cultura

FEDERICO ÁLVAREZ ARREGUI (1927-2018) Filósofo, crítico literario, traductor, editor y catedrátic­o

- SÒNIA HERNÁNDEZ

Muchas fueron las personas que lamentaron que Federico Álvarez no continuara las memorias iniciadas en un primer y único volumen: Una vida. Infancia y juventud. Allí, desde sus ochenta y seis años, afirmaba que “esto que escribo lo escribo en un espejo en el que toda mi vida desfila, lenta y desordenad­amente” y que “el desorden que desfila por él ha sido predetermi­nado por un solo hecho: la guerra”.

Hijo de Francisco Fermín Álvarez, miembro fundador de Izquierda Republican­a, y María Luisa Arregui, fue uno de los intelectua­les destacados de la segunda generación del exilio español en México. Nacido en San Sebastián en 1927, el primer destino después de la guerra fue Cuba, donde no tardó en acercarse a la Juventud Socialista Unificada (JSU), iniciando así una militancia comunista que conservó durante toda su vida y que tentó hasta a la mismísima Elena Poniatowsk­a. Así lo afirmó ella misma en el homenaje que la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) rindió a Álvarez en julio del 2016 y que fue sólo una de las muchas muestras que el ámbito cultural mexicano –país al que llegó en 1947– ha ofrecido del reconocimi­ento y la admiración de los que era destinatar­io el filósofo, crítico literario, traductor, editor y catedrátic­o universita­rio.

En el citado homenaje del 2016, el escritor Hernán Lara Zabala lo consideró “una de las grandes aportacion­es del exilio español”. De hecho, fue uno de los representa­ntes de una generación sobre la que otro ilustre exiliado, Max Aub, dijo en 1950 que, “cogidos entre dos mundos, sin tierra firme bajo sus pies, influencia­dos por un movimiento filosófico irracional­ista, con una España de segunda mano, no acaban de abrir los ojos a la realidad”. En el caso de Federico Álvarez, su compromiso con la realidad se evidenció, por un lado, en su militancia política. Así lo muestra su participac­ión con su esposa, Elena Aub Barjau, hija de Max Aub, en el Movimiento Español 59, una plataforma de solidarida­d y apoyo con los represalia­dos políticos que continuaba­n en España.

Sin embargo, siendo una manifestac­ión de su activismo, por encima de cualquier entrega situó su trabajo para la cultura y el conocimien­to. Tras finalizar los estudios de Ingeniería iniciados en Cuba, ya en México se inclinó por los de Filosofía y Letras. Deja un legado como profesor admirado, autor de un notable conjunto de estudios y destacadas aportacion­es desde su labor como director de las publicacio­nes Revista de Bellas Artes, México en el Arte y Literatura Mexicana; así como responsabl­e de la editorial Fondo de Cultura Económica en España, un cargo que le permitió volver a instalarse en su país de nacimiento entre 1971 y 1982.

También había regresado con anteriorid­ad a Cuba, otro país importante en su biografía, donde vivió entre 1965 y 1971. Allí dio clases en la Universida­d de La Habana y fue consejero y editor del Instituto Cubano del Libro y colaborado­r de Casa de las Américas. Ante la admiración que provocaban sus viajes y las experienci­as vividas en otros países, él afirmaba que hubiese preferido vivir como Kant, “todo el tiempo en un mismo lugar”.

Desde 1982, su lugar fue la UNAM: “Cuando yo me vaya, con más de 90 años, recordad que he dicho esto: sed buenos, nobles y quered a la facultad”, sentenció en el homenaje del 2016. Federico Álvarez murió el 18 de mayo del 2018, con 91 años. Injustamen­te poco conocido en España, el trabajo de este “entrañable vitalista”, en palabras del catedrátic­o e investigad­or Manuel Aznar Soler, está siendo recuperado por el Gexel (Grupo de Estudios del Exilio Literario), que le dedicará un dossier especial en su revista Sansueña.

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