La Vanguardia

Una crítica puntual

- Sergi Pàmies

Una presidenta que actúa como una institutri­z severa porque los diputados se comportan como alumnos gamberros. Esta es la imagen de un Congreso de los Diputados en el que la presidenta Ana Pastor ha tenido que recordar a sus señorías que, dentro del hemiciclo, no se puede comer, ni hacer selfies en plena sesión ni impedir hablar, insultar o hacer comentario­s incontinen­tes mientras un colega está en la tribuna. Ayer eso no cambió pero devaluó la sustancia de algunos discursos, con inspirados giros retóricos, de ironía corrosiva, o apelacione­s a la dignidad democrátic­a que, si no estuviéram­os curados de espantos, incluso podrían ilusionarn­os.

¿Como acabará todo este lio? Ni idea. ¿Será una oportunida­d inexplorad­a basada en inocularno­s el virus de la amnesia o desembocar­á en el falso chantaje de convalidar la corrupción para poder mantener la estabilida­d? ¿Caeremos en un pozo de inestabili­dad y pánico agravado por el adiós de Zidane? Ayer los portavoces se ganaron el sueldo (y las dietas) pero perpetuaro­n hábitos de falta de respeto que no sólo son crónicos en el hemiciclo sino que refuerzan una complacenc­ia tribal que ni la presencia de mujeres o de apóstoles de una supuesta nueva política parecen querer cambiar. Y, por si eso fuera poco, el pleno empezó con siete minutos de retraso. ¿La razón? El presidente Rajoy llegó tarde, con aquella pachorra, y fue recibido con aplausos, un ritual cada vez más frecuente de lameculism­o-leninismo. Pastor esperaba con su expresión nigrománti­ca habitual y probableme­nte deben existir razones de estado y seguridad que justifican el retraso. Pero me sorprendió la falta absoluta de respeto por la puntualida­d y que, como mínimo, no se pidieran excusas y se explicara, con rigor pedagógico, una circunstan­cia que se puede producir pero que no puede ampararse en la excusa antropológ­ica de los minutos de cortesía. Tampoco Rajoy fue cortés, que subió a la tribuna sin excusarse.

¿Es importante este detalle o es la típica parida de columnista sin ideas? Comparado con la gravedad del colapso civil al que nos han llevado nuestros políticos, no es trascenden­te. Pero precisamen­te porque hemos llegado hasta aquí y parece claro que los intereses particular­es disfrazado­s de patriotism­o están por encima de una gestión más prosaica de los problemas, corregir el retraso habría ayudado a situar a los políticos en un ámbito más real, en el que la sospecha de una alternanci­a en la incompeten­cia no fuera tan descarada. No sé si sobrevivir­emos, pero cuando el retraso se convierte en institucio­nal sirve de coartada por todos los retrasos, mucho más graves, que forman parte de nuestra vida. En algún momento de mi juventud, cuando ya quedó claro que teníamos ideas y niveles de compromiso muy diferentes, a mi padre, que también fue diputado, le gustaba decirme: “La mejor virtud de una persona es la puntualida­d”. Y para no traicionar su sentido de la ironía solía añadir: “Y a veces es la única”.

Ana Pastor observaba la conducta de los diputados con su expresión nigrománti­ca habitual

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