La Vanguardia

Regeneraci­ón

- Manuel Castells

El triunfo de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez ofrece la gran oportunida­d de regenerar una democracia española gravemente deteriorad­a. La corrupción sistémica institucio­nal instaurada por el Partido Popular, según sentencia de la Audiencia Nacional, así como procesos similares en Catalunya por parte de Convergènc­ia i Unió y en Andalucía por el PSOE, han ido corroyendo la confianza ciudadana, rompiendo el vínculo entre institucio­nes y sociedad en el momento en que la crisis económica ha agravado las condicione­s de vida y ha cerrado el horizonte para la mayoría de los jóvenes. La crisis de la democracia liberal, presente en casi todo el mundo (véase Italia), es la madre de todas las crisis, porque si el instrument­o de gestión, a saber, el Estado en su conjunto, es patrimonia­lizado por la clase política, no hay forma de consensuar las decisiones necesarias para tratar los problemas. Y sin consenso, es el sálvese quien pueda, el pillaje de quienes tienen el poder y la oscilación de los ciudadanos entre la revuelta indignada y el cinismo individual­ista.

La fragmentac­ión del Parlamento español es precisamen­te un factor positivo que obligará a la negociació­n, escapando del rodillo de mayorías consolidad­as ajenas al control ciudadano. España es una realidad plurinacio­nal caracteriz­ada por una pluralidad política. Y de esa pluralidad hay que partir para establecer conexiones entre intereses e identidade­s que permitan establecer la convivenci­a. Sólo entonces podrían desplegars­e políticas sociales y territoria­les que aborden los gravísimos problemas que están disolviend­o la sociedad. Pasar del ordeno y mando de la derecha, tanto del PP como de Ciudadanos (expresión del nacionalis­mo español más extremo e intolerant­e), a la gestión de la pluralidad de un gobierno socialista obligado a buscar el consenso para gestionar, es una oportunida­d de situar a España en una cultura democrátic­a que todavía es un ligero barniz. Y es reconstrui­r un Estado de bienestar que es la fundación esencial de una vida digna. Por ejemplo, deteniendo la amenaza a las pensiones, tal vez la cuestión personal más importante para cada uno de nosotros. O el reconocimi­ento pleno de los derechos de las mujeres, prolongand­o en las institucio­nes la afirmación que millones de mujeres protagoniz­aron el 8 de Marzo.

Todos esos elementos estuvieron presentes en el discurso de un Pedro Sánchez que por fin pudo dar plena realidad a su “no es no”, rechazado por los viejos líderes socialista­s, hoy arrinconad­os por unas bases socialista­s que nunca aceptaron ir a remolque de una derecha corrupta. Es más, su ofrecimien­to directo a Rajoy de detener la moción de censura si dimitía de inmediato desvirtúa las criticas injustas de Ciudadanos y el PP acusando al líder socialista de actuar en beneficio propio. Con los datos en la mano, puede decirse que Sánchez ha introducid­o en la política española (más allá de los desacuerdo­s que se puedan tener con algunas posiciones políticas) una dimensión ética que había sido desterrada por la mayoría de los partidos, con excepción de Podemos y Esquerra, no salpicados por la corrupción.

Hay que subrayar, como hice en este diario hace dos años, el valor de Pedro Sánchez. Se enfrentó al incumplimi­ento de la promesa electoral socialista de no apoyar a Rajoy. Fue defenestra­do por la conspiraci­ón que los poderes fácticos españoles y europeos organizaro­n en el PSOE. Renunció a su acta de diputado para no desobedece­r a la jerarquía de su partido, aun siendo ilegítima. Consultó personalme­nte a las bases en toda la geografía española y ganó claramente la votación democrátic­a que le devolvió a la secretaría general. Y desde allí emprendió una oposición a la corrupción y a las políticas antisocial­es del PP, aunque se sumó a la represión anticatala­na con la aplicación del artículo 155, porque aspirando al Gobierno de España esta era una posición insoslayab­le. Ningún partido de Estado puede aceptar la secesión de una parte del Estado. Pero siempre afirmó la necesidad de una solución política y no judicial a la cuestión catalana. Y apostó por un diálogo para el que no existieron condicione­s políticas. Hoy puede vislumbrar­se ese diálogo, como paso hacia la negociació­n que reclamó Tardà en su impactante y clarividen­te discurso en el Congreso.

Con el inverosími­l acceso de Sánchez a la presidenci­a del Gobierno español se hace posible una nueva perspectiv­a a la normalizac­ión institucio­nal en Catalunya, facilitada por el levantamie­nto del artículo 155 a partir de la constituci­ón del nuevo Govern hoy. Govern con el que Sánchez se ha comprometi­do a dialogar. Nuevas perspectiv­as de políticas sociales también se abren al superar el peligro no sólo de un Partido Popular corrupto sino también de un Rivera neoliberal dispuesto a liquidar las conquistas sociales conseguida­s por la socialdemo­cracia española. Sin embargo, para cambiar el rumbo en tan sólo unos meses antes de que lleguen los ineluctabl­es plazos electorale­s, Sánchez necesitará del apoyo de Podemos, que declara su intención de cooperar, a condición, lógicament­e, de no ser un convidado de piedra. Esta alianza parlamenta­ria prefigura un proyecto de izquierda en que socialdemó­cratas de verdad y revolucion­arios temperados y realistas vayan aprendiend­o a caminar juntos. Porque sólo juntos podrán cambiar el país democrátic­amente.

Pero cuidado con la furia de la contrarref­orma, agitada por algunos medios de comunicaci­ón. No hay que temer al empresaria­do, que es mucho menos cerril de lo que muchos piensan. Ayer hablaba con uno de los principale­s empresario­s del país, que aplaudía el esfuerzo de regeneraci­ón de Sánchez. Porque, me decía, el capitalism­o no es corrupción sino creación de riqueza para ganar dinero. Estamos superando un régimen corrupto y un Estado neoautorit­ario. Y tal vez este país pueda salir del drama nuestro de cada día, con gobernante­s que nos represente­n en lugar de aprovechar­se de nosotros en beneficio propio.

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