Regeneración
El triunfo de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez ofrece la gran oportunidad de regenerar una democracia española gravemente deteriorada. La corrupción sistémica institucional instaurada por el Partido Popular, según sentencia de la Audiencia Nacional, así como procesos similares en Catalunya por parte de Convergència i Unió y en Andalucía por el PSOE, han ido corroyendo la confianza ciudadana, rompiendo el vínculo entre instituciones y sociedad en el momento en que la crisis económica ha agravado las condiciones de vida y ha cerrado el horizonte para la mayoría de los jóvenes. La crisis de la democracia liberal, presente en casi todo el mundo (véase Italia), es la madre de todas las crisis, porque si el instrumento de gestión, a saber, el Estado en su conjunto, es patrimonializado por la clase política, no hay forma de consensuar las decisiones necesarias para tratar los problemas. Y sin consenso, es el sálvese quien pueda, el pillaje de quienes tienen el poder y la oscilación de los ciudadanos entre la revuelta indignada y el cinismo individualista.
La fragmentación del Parlamento español es precisamente un factor positivo que obligará a la negociación, escapando del rodillo de mayorías consolidadas ajenas al control ciudadano. España es una realidad plurinacional caracterizada por una pluralidad política. Y de esa pluralidad hay que partir para establecer conexiones entre intereses e identidades que permitan establecer la convivencia. Sólo entonces podrían desplegarse políticas sociales y territoriales que aborden los gravísimos problemas que están disolviendo la sociedad. Pasar del ordeno y mando de la derecha, tanto del PP como de Ciudadanos (expresión del nacionalismo español más extremo e intolerante), a la gestión de la pluralidad de un gobierno socialista obligado a buscar el consenso para gestionar, es una oportunidad de situar a España en una cultura democrática que todavía es un ligero barniz. Y es reconstruir un Estado de bienestar que es la fundación esencial de una vida digna. Por ejemplo, deteniendo la amenaza a las pensiones, tal vez la cuestión personal más importante para cada uno de nosotros. O el reconocimiento pleno de los derechos de las mujeres, prolongando en las instituciones la afirmación que millones de mujeres protagonizaron el 8 de Marzo.
Todos esos elementos estuvieron presentes en el discurso de un Pedro Sánchez que por fin pudo dar plena realidad a su “no es no”, rechazado por los viejos líderes socialistas, hoy arrinconados por unas bases socialistas que nunca aceptaron ir a remolque de una derecha corrupta. Es más, su ofrecimiento directo a Rajoy de detener la moción de censura si dimitía de inmediato desvirtúa las criticas injustas de Ciudadanos y el PP acusando al líder socialista de actuar en beneficio propio. Con los datos en la mano, puede decirse que Sánchez ha introducido en la política española (más allá de los desacuerdos que se puedan tener con algunas posiciones políticas) una dimensión ética que había sido desterrada por la mayoría de los partidos, con excepción de Podemos y Esquerra, no salpicados por la corrupción.
Hay que subrayar, como hice en este diario hace dos años, el valor de Pedro Sánchez. Se enfrentó al incumplimiento de la promesa electoral socialista de no apoyar a Rajoy. Fue defenestrado por la conspiración que los poderes fácticos españoles y europeos organizaron en el PSOE. Renunció a su acta de diputado para no desobedecer a la jerarquía de su partido, aun siendo ilegítima. Consultó personalmente a las bases en toda la geografía española y ganó claramente la votación democrática que le devolvió a la secretaría general. Y desde allí emprendió una oposición a la corrupción y a las políticas antisociales del PP, aunque se sumó a la represión anticatalana con la aplicación del artículo 155, porque aspirando al Gobierno de España esta era una posición insoslayable. Ningún partido de Estado puede aceptar la secesión de una parte del Estado. Pero siempre afirmó la necesidad de una solución política y no judicial a la cuestión catalana. Y apostó por un diálogo para el que no existieron condiciones políticas. Hoy puede vislumbrarse ese diálogo, como paso hacia la negociación que reclamó Tardà en su impactante y clarividente discurso en el Congreso.
Con el inverosímil acceso de Sánchez a la presidencia del Gobierno español se hace posible una nueva perspectiva a la normalización institucional en Catalunya, facilitada por el levantamiento del artículo 155 a partir de la constitución del nuevo Govern hoy. Govern con el que Sánchez se ha comprometido a dialogar. Nuevas perspectivas de políticas sociales también se abren al superar el peligro no sólo de un Partido Popular corrupto sino también de un Rivera neoliberal dispuesto a liquidar las conquistas sociales conseguidas por la socialdemocracia española. Sin embargo, para cambiar el rumbo en tan sólo unos meses antes de que lleguen los ineluctables plazos electorales, Sánchez necesitará del apoyo de Podemos, que declara su intención de cooperar, a condición, lógicamente, de no ser un convidado de piedra. Esta alianza parlamentaria prefigura un proyecto de izquierda en que socialdemócratas de verdad y revolucionarios temperados y realistas vayan aprendiendo a caminar juntos. Porque sólo juntos podrán cambiar el país democráticamente.
Pero cuidado con la furia de la contrarreforma, agitada por algunos medios de comunicación. No hay que temer al empresariado, que es mucho menos cerril de lo que muchos piensan. Ayer hablaba con uno de los principales empresarios del país, que aplaudía el esfuerzo de regeneración de Sánchez. Porque, me decía, el capitalismo no es corrupción sino creación de riqueza para ganar dinero. Estamos superando un régimen corrupto y un Estado neoautoritario. Y tal vez este país pueda salir del drama nuestro de cada día, con gobernantes que nos representen en lugar de aprovecharse de nosotros en beneficio propio.
Estamos superando un régimen corrupto
y un Estado neoautoritario; tal vez este país pueda
salir del drama nuestro de cada día