El lector expone
Tristeza literaria
En la literatura hay frases que no sólo muestran sino que causan heridas. Es la sensación que experimenté al leer la descripción de los habitantes de un barrio de Vincennes en la novela Paris-Austerlitz de Rafael Chirbes: “Gente en el filo, tipos a quienes las sombras se tragan sin que nadie los eche de menos”. Es una imagen que me ha acompañado largo tiempo. En los recorridos en metro imagino quién podría ser devorado así, sin que nos percatemos, uno mismo porta la posibilidad de caer en ese anonimato absoluto. No deja de ser curioso cómo en este mundo hiperconectado nos encontremos tan solos. Un día desapareces de la realidad material y nadie te encuentra a faltar. La noticia del cadáver momificado de una mujer muerta desde hace cuatro años me ha devuelto a la emoción que me acompañó después de experimentar aquella tristeza literaria. Nadie la echó de menos, los vecinos dieron por sentado que se había cambiado de residencia. Se ha dicho que vivía sola. No se relacionaba con nadie, y tampoco nadie se relacionó con ella. Se fue, sin más, sin decir adiós. La tecnología de la que ella hacía uso tampoco lo advirtió, su cuenta bancaria continuó recibiendo la pensión y pagando el alquiler. Ahora me detengo con una curiosidad punzante en los sonidos y silencios de quienes habitamos en el mismo edificio, en el barrio, en la aparente visibilidad de estar conectado, en cómo hoy nos relacionamos. Y no puedo dejar de pensar que quizá nos sucede lo que dice George Steiner: “Llegamos a responder con más entusiasmo a la tristeza literaria que al infortunio del vecino”. VERÓNICA YAZMÍN GARCÍA MORALES Barcelona