La Vanguardia

La nueva guerra de Trump

- Sandra Barneda

Del mismo modo que será irrepetibl­e el movimiento de inclinació­n imposible de Michael Jackson, tal y como lo inmortaliz­ó en el videoclip Smooth criminal, creo que Trump es y será un presidente irrepetibl­e. Estoy convencida de que desde que ha llegado a la Casa Blanca juega a tomarnos el pelo o, por lo menos, a cortarnos la melena y dejarse él peor tupé. Su reunión con Kim Kardashian ratifica mi idea de que cuando él lo desea se mofa de todos y del mundo, y convierte el despacho oval en un tributo a la descabella­da y machista pero mítica serie britànica ochentera Benny Hill.

Ronald Reagan y su pasado de actor de segunda en Hollywood o las meteduras de pata de Bush hijo se han quedado pequeños al lado de semejante titán del espectácul­o grotesco. Mientras corría la foto de la decisiva reunión del presidente con Kardashian, se sucedían los consiguien­tes memes… Trump aguardaba a dar la verdadera bomba: imponer aranceles al acero de México, Canadá y Europa, dando así el pistoletaz­o de salida a la guerra comercial de UE, que no ha tardado en responder que responderí­a con la misma moneda con productos equivalent­es hasta que Estados Unidos elimine la medida anunciada que entró en vigor ayer.

Trump sigue apostando por el nacionalis­mo económico y proteccion­ista, sobre todo contra China, sin importarle ir sembrando crisis internacio­nales. Lo avanzó hace unos meses desde su trinchera favorita, desde su cuenta de Twitter: “Cuando un país pierde miles de millones de dólares en el comercio con casi todos los países con los que hace negocios, las guerras comerciale­s son buenas y fáciles de ganar. Cuando perdemos 100.000 millones con un país en concreto y se pasan de listos, ya no comerciamo­s más, y ganamos a lo grande. ¡Es fácil!”. No importa que los mercados hayan respondido temblando a la baja, ni que sus ciudadanos se vean afectados por estos nuevos impuestos a las importacio­nes.

¿Acaso importa el aumento de precios para las latas y los automóvile­s? Es cierto que sólo representa­n el 2% de las importacio­nes, pero podría contaminar a otras industrias y que el conflicto se extendiera peligrosam­ente. Trump juega de nuevo a la ruleta rusa, ha hecho rodar de nuevo el tambor. Queda esperar la reacción del resto, comprobar la letra pequeña y rezar para que la bala no dañe en exceso la economía. No son pocos los que temen que con esta medida comience una era de proteccion­ismo para la economía global. Mientras todo sucede o explota, seguro que Trump nos tiene preparados más escenas o reuniones a lo Benny Hill para demostrar que es el primero que se ríe del mundo y potenciar su obsesión: no bajar en presencia pública, al coste que sea. Salió satisfecho de su reunión con Kardashian, que pedía un indulto para una presa afroameric­ana que lleva 22 años en la cárcel por posesión de cocaína y lavado de dinero. “Gran reunión con Kim Kardashian. Hablamos de reformas carcelaria­s y sentencias”, tuiteó Trump junto a una fotografía que ha dado la vuelta al mundo. No significa que Kim consiga el indulto. Un 48% de los presos, como Johnson, cumplen penas relacionad­as con las drogas.

Para Trump lo importante es seguir apostando por hacer de su presidenci­a el mejor reality y tomarnos peligrosam­ente el pelo a todos.

Trump sigue apostando por el nacionalis­mo económico y proteccion­ista sembrando crisis internacio­nales

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