La Vanguardia

Una historia de violencia

La reforma del sur del Raval, el trastero de la Rambla, lleva lustros atascada porque el Ayuntamien­to no encuentra el modo de convencer a un afectado de que sacrifique su cocina

- LUIS BENVENUTY Barcelona

Los lateros suben y bajan las escaleras de las fincas durante toda la noche. Aquí, en el trastero de la Rambla, viven hacinados, entre viejas neveras, en pisos reconverti­dos en un montón de apartament­os destartala­dos. En las azoteas abundan las chabolas. Una decena de vecinos de toda la vida de las calles Lancaster y Arc del Teatre también explican que muchos propietari­os abandonaro­n poco a poco sus fincas, que las viviendas se fueron degradando, que los hijos de la gente de siempre se marcharon, la gente de siempre se murió... y vino quien no tenía otro lugar a donde ir. Ahora muchas puertas son planchas. Todo está maltrecho. Un gran andamio apuntala el 19 de Arc del Teatre. Hace pocos meses su interior se vino abajo. Afortunada­mente estaba deshabitad­o. Al día siguiente tuvieron que marcharse los vecinos del edificio de al lado.

Estamos entre el teatro Principal y el Palau Güell, en un cruce ya conocido como la Bosnia del Raval. Un gran solar rasga este lado del barrio. Aquí se amontonan restos de ocho edificios. Pero la transforma­ción de este enclave supuestame­nte privilegia­do está detenida desde hace lustros porque el Ayuntamien­to no halla el modo de convencer a un vecino para que sacrifique su cocina. Esta es una historia de violencia, de violencia institucio­nal, urbanístic­a, inmobiliar­ia... Así lo explica Gala Pin, la concejal del distrito de Ciutat Vella. Los promotores están dispuestos a levantar docenas de pisos, pero la construcci­ón del aparcamien­to subterráne­o de las nuevas viviendas requiere de la demolición de una pared medianera, y ello comporta amputar una de las fincas colindante­s, echar abajo la cocina de Javier. Y Javier no quiere quedarse sin cocina.

“Aquí antes teníamos una peluquería, una panadería, una cooperativ­a de legumbres… y un montón de vecinos –retoma la decena de vecinos de toda la vida de Lancaster y Arc del Teatre, señalando el solar–, pero desperdiga­ron a la gente, dejaron que todo se llenara de okupas, tardaron años en demoler los edificios... Al menos las ratas no hacen ruido. Tenemos ratas como gatos y el sonómetro municipal con los registros más altos de la ciudad. Y los alrededore­s llenos de pisos turísticos ilegales, y también de discotecas y supuestas asociacion­es culturales que en verdad son bares encubierto­s. En el Eixample no pasaría, pero la degradació­n también debilitó la fuerza vecinal. Este año nos unimos en Acció Lancaster porque los narcopisos nos amargaban la vida”.

La edil Pin cuenta que, en este solar, “tenemos un plan urbanístic­o de reparcelac­ión de impulso privado aprobado en el 2003 para construir viviendas y una plaza. Pero un vecino de una finca colindante puso un contencios­o administra­tivo porque quiere que cambien los sistemas de compensaci­ón. Según un juez, tiene razón. El plan está encallado aquí. El Ayuntamien­to no encontró en 15 años cómo compensar a este vecino. Es delirante. Tener un plan urbanístic­o sin ejecutar 15 años es violencia institucio­nal. Y mientras no se ejecuta, todo se degrada. Las ratas son muy grandes. Nosotros no lo habríamos hecho así, pero tiene que ejecutarse. El Ayuntamien­to ha de ponerse de acuerdo con este vecino. Tenemos que hacer un esfuerzo, ser imaginativ­os y encontrar una compensaci­ón adecuada”.

Javier, que prefiere no dar a conocer sus apellidos, dice que este plan, además de la cocina, también le arrebata la terraza y el trastero. “Es el 30% de mi vivienda. Y lo que me ofrecen ni siquiera cubre todas las obras que tendría que hacer. El problema es que el proyecto lo diseñaron mal y que no lo rectificar­on. Cuando ya lo tenían todo hecho, hace unos 15 años, vino un arquitecto y se dio cuenta de que habían confundido mi galería con un patio a pie de calle, que los planos los dibujaron mal. Por teléfono decían que todo se arreglaría, y por carta lo contrario... Todo muy farragoso, lento, agotador... y mientras ves cómo el barrio se degrada a tu alrededor. Tuvimos okupas a ambos lados. Unos me lanzaban garrafas llenas de orina a la terraza, me intentaron robar en la casa cuatro veces, a una vecina trataron de violarla. Antes, veías un ladrón y gritabas, y la gente salía a las ventanas, pero ahora es que no hay ventanas... La concejal Pin me dijo hace un año y pico que me entiende. Dentro de poco nos reuniremos. Yo quiero que todo se arregle”.

LA DENUNCIA VECINAL

“Aquí teníamos un montón de comercios y de vecinos, y ahora no tenemos nada”

CONTRICIÓN MUNICIPAL

“Hay que ser imaginativ­os y hallar una compensaci­ón adecuada”

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XAVIER CERVERA Este es el aspecto actual de la esquina entre las calles Lancaster y Arc del Teatre, a muy pocos metros de la Rambla y el Palau Güell
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XAVIER CERVERA Javier, el vecino afectado, en la cocina que no quiere perder

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