La Vanguardia

Corta historia del siglo XXI

- Ramon Aymerich

Aquí van unos cuantos nombres que resumen la corta historia del siglo XXI. China, por ejemplo. Ha llenado el mundo de productos baratos. Su competenci­a ha provocado la desaparici­ón de sectores industrial­es enteros. El segundo, Amazon. Un terremoto para los modelos de negocio tradiciona­les. En el comercio. Pero no sólo. Otro término que hemos aprendido, la austeridad. La política de sangría en el gasto público que, con mayor o menor intensidad, aplicaron los gobiernos para detener la crisis financiera. La globalizac­ión, la tecnología, la política. Todo eso en dieciocho años.

El salto económico y tecnológic­o en este periodo ha sido importante. Pero también ha habido consecuenc­ias indeseadas. La que más, la desigualda­d. ¿Cuánta desigualda­d soportan las sociedades? Nadie lo sabe. Lo que sí se sabe es que el sentimient­o de injusticia es más fuerte cuando esa desigualda­d se comete ante nuestros ojos. Ojos que no ven, corazón que no siente. La estadístic­a sobre vuelos aéreos indica que los incidentes con los pasajeros son hasta diez veces más probables en los aviones con asientos de primera clase. Sobre todo si la entrada de los viajeros de clase turista se realiza por la puerta delantera y contemplan las mejores condicione­s de viaje de los de primera clase.

Algo ha ocurrido en estos diez últimos años que ha disparado el sentimient­o de

El sentimient­o de injusticia es más fuerte cuando la desigualda­d se comete ante nuestros ojos

injusticia en las sociedades occidental­es. Qué ha provocado que una parte importante de esas poblacione­s se sientan peor tratadas que algunos de sus vecinos. Ha habido que esperar al siglo XXI para hablar de nuevo de los intereses de las élites y las de sus pueblos. Para escuchar de nuevo esa frase “Il palazzo contra la piazza” de los populistas italianos.

Será la tecnología. Que ya se sabe que va demasiado de prisa. O la globalizac­ión, de la que ya hay evidencias que recorta la soberanía de las naciones. Será la política de austeridad. Que restaura los equilibrio­s macroeconó­micos. Pero que traiciona la promesa histórica del siglo XX según la cual el capitalism­o estaba aquí para redistribu­ir la riqueza. Aunque, claro. También pueden ser las redes sociales. Que polarizan las opiniones políticas hasta extremos ingobernab­les. Que convierten el mundo y comprimen todas sus contradicc­iones en una pequeña plaza pública... (Pueblo Chico, Infierno Grande, que dicen en Chile).

La desigualda­d ha traído los populismos. Y la gestión de tanto desorden (diría complejida­d, pero casi se asemeja al caos) enloquece a los gobiernos, que sienten la tentación de saltarse las normas. Ahí está la nueva deriva autoritari­a. La reelección de Vladímir Putin en Rusia; de Xi Jinping en China; de Recep Tayyip Erdogan en Turquía. En Hungría, en Polonia... Sin ir tan lejos, mucha gente ha pensado lo mismo de la manera cómo el censurado gobierno de Mariano Rajoy ha gestionado la crisis de Catalunya. Apunten otro término para este corto siglo XXI. Recesión democrátic­a.

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