De Niro y el ascensor
Un ascensor no es lugar apropiado para el diálogo, pero a veces permite descubrir o intuir algunas realidades. Sobre todo cuando baja. En el actor Robert De Niro lo primero que veo es mi barrio adoptivo, que ya no existe. Veo también la amistad, es decir, algunos amigos y amigas con quienes ya no volveré a pasear la playa y a disfrutar de una cerveza y una bomba, que es el sabor más genuino de la Barceloneta y que, mientras escribo esta crónica, aún se puede degustar en la Cova Fumada y L’Ostia. El neoyorquino De Niro sonríe con la mirada y asusta o advierte con las cejas y la boca. Sobre todo cuando un periodista intenta halagarlo. O cuando le recuerda alguna de las frases que dice en determinada película uno de los muchos personajes que él ha interpretado. De Niro figura de Robert de Niro siempre me remite a la música de Ennio Morricone. A La canción de Cockey y al tema de Érase una vez en América .Yalde Novecento, con cuyo director, Bertolucci, vecino de un amigo mío, me he cruzado más de una vez en el Trastevere, barrio romano que, a veces, me recuerda a mi Barceloneta.
Quizá por los tiempos que nos afligen, la mañana que un ascensor que bajaba me permitió conocer personalmente a De Niro, que concluyó su estancia en Barcelona saboreando un plato de crema catalana, volví a pensar en su personaje Alfredo Berlinghieri, el de Novecento .Yen el de Olmo Dalcó, que, en determinada escena, dice: “Los fascistas no son como los hongos, que nacen en sólo una noche”. Advertencia inútil porque el fascismo llegó nuevamente al poder hace ya bastantes años