La Vanguardia

Del no es no al sí es sí

- JOANA BONET

La mayoría de mujeres, cuando hablan en público y se les secan los labios, los humedecen por dentro, como si se los mordieran. Aunque hay excepcione­s. Ahí está María Dolores de Cospedal, que, con su aplastante seguridad, saca la punta de la lengua y los repasa, tan femenina y a la vez tan formal, aunque apenas mueve el de arriba al hablar, al estilo Aznar. Esa rigidez que nunca la abandona, igual que su media melena acolchada. O que sus chaquetas talaverana­s y su disciplina ósea, adquirida ya de pequeña como girl scout del Grupo Dominicas. Una castellana recia, catolicona, tenaz, a veces hipnótica.

Nunca ha ejercido de fontanera, sino de ingeniera de caminos y puentes del partido en el cual ejerce, desde el 2008, de secretaria general. Tampoco, y a diferencia de Soraya, ha sido nunca María Dolores. “La Cospe” para amigos y enemigos, “La peineta metálica” para Wyoming y compañía. La han querido denigrar hasta llamarla “La chacha del PP”, dice, dolida por la falta de apoyo de las feministas porque no ha sacado pecho por sus compañeras cuando se ha puesto la lupa en sus hombres, y se ha rebuscado en sus alcobas. Tras la sentencia de La Manada, declaró que no estaba en condicione­s de “entrar en la mente del tribunal, que es el único que ha visto las cintas grabadas” y animó a presentar recursos.

Estos días ha repetido muy alto un “yo no miento” al asegurar que en el PP jamás hubo una doble contabilid­ad. “¿Es que los jueces son infalibles?”. Gran de- claración para una Ministra de Defensa que ante el zafarranch­o en su propia casa dispara a la justicia.

Louis-Ferdinand Céline, que acumuló en su vida una incomparab­le experienci­a en lo que a puntos de no retorno se refiere, explicó que hay situacione­s en las que no queda otra que “mentir o morir”. Hace tiempo que Cospedal ha hecho suya esa filosofía. Podría establecer­se la fecha exacta: el 25 de febrero de 2013, el día en que salió a la sala de prensa de Génova a explicar el “despido en diferido” de Bárcenas. Tomó un camino que no tiene fin –o sí, depende de la aritmética parlamenta­ria–. En su comparecen­cia, precisamen­te allí, en el Congreso de los Diputados, se empeñó celinianam­ente en contestar la sentencia de la Gürtel. De cabo a rabo: ni la caja B es un hecho probado, ni el PP ha sido condenado por corrupción, ni los ordenadore­s de Bárcenas eran populares. De rostro amable del PP a mentirosa compulsiva, eso sí, sin que sus rasgos angulosos tiemblen, ni en sus ojos verdes de pibón español se perciba el vacío.

Ese Pedro Sánchez Castejón, apodado Ken o marcapaque­tines cuando afloró en el parqué socialista junto a Antonio Hernando y Óscar López, “los chicos de Blanco”; ese joven político crucificad­o por su fotogenia, perseguido por la maligna etiqueta de “guapo tonto” ha desplegado por fin su capote. Y de qué manera. Cerrando la cuadratura del círculo vicioso. Una pica en la carrera de San Jerónimo. Porque hubo un tiempo en que el “todos con Susana” era “todos contra Pedro”, y la soledad se fue agrandando alrededor de este inesperado líder de camisa blanca. Dieron por hecho que era un sprinter, pero aquel profesor de economía que cobraba 1.200 euros al mes, clase media esforzada y liderazgo nato por altura y mandíbula, se ha coronado como corredor de fondo. Tras su bautismo político y una excedencia en la universida­d, agarró el Peugeot para recorrer España paso a paso, pueblo a pueblo. Dormía en casas de acogida de los propios militantes, apenas sudaba. Parecía tener una hoja de ruta calculada, fría como es él, que sólo delata su contención y control en los huesos del mentón. Hasta que llegó a las primarias, perdió las elecciones y fue descabezad­o en un golpe de estado sin precedente­s ferraziano.

En su cruzada contra todos, en el fatal aquelarre, acabó flaco, escobando un mechón canoso hasta que el tinte le empoderó de nuevo de juventud. Viste entallado, reivindica­ndo su 1,90 –tan dispar al de Rajoy, que parece mas bajo que él–, un líder del streetstyl­e que combina pantalones chinos con camisas blancas y zapatos de ante, que usa chaquetas de cuero y tejanas pretendien­do representa­r a la España de terraza. Desprovist­o de ironía (gruesa ni fina), sin querer brillar pero haciendo sentir, marcando el guión con los dedos al estilo de los profesores, durante la moción de censura Pedro Sánchez recuperó todo honor parlamenta­rio, cuidando las formas anudado por una corbata gris a lo Cary Grant. “No espere de mi parte, señor Rajoy, ningún insulto en el debate. Usted ya forma parte de un tiempo pasado del que se empieza a pasar página”. Fue hábil, eficaz y generoso ante un Rajoy más fantasma que Frankenste­in que lo miraba atónito, mascando una gominola, a quien le ofreció la posibilida­d de dimitir y ahorrarse el escarnio. Pedro Sánchez, antaño pdrschnz, ha recuperado sus vocales y ha empollado las oposicione­s a la real politikcon la ambición de gobernar esta España en la intemperie.

SUS LABIOS, la mayoría de ocasiones cerrados, conforman un rictus de seriedad y a veces de dureza

CRUZAN SUS mejillas las cicatrices de un acné que puede que se relacione con la juventud, pero que necesita maquillaje

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JAVIER LIZON / EFE
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J.J. GUILLÉN / EFE
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