Hay una lucecita al final del túnel
El azar ha querido que Sánchez y Torra comiencen a gobernar al mismo tiempo y que ninguno de los dos hubiera ni tan siquiera soñado con ser presidente hace muy poco. La oportunidad es tan grande como la dificultad que tienen por delante
Lo primero es lo primero y este cronista tiene que admitir que nunca podía haber imaginado que la moción de censura presentada de forma improvisada por Pedro Sánchez acabaría triunfando. No llegaré al extremo que hizo el colega Xavier Bosch que se comió literalmente una página de El Mundo Deportivo por escribir también una apuesta que no cuajó, pero las sensaciones que tenía hace una semana de que había Mariano Rajoy para rato es evidente que no se han cumplido.
Más allá de las razones de peso que había para presentar la moción, pocos podíamos pensar que un gobierno que tenía en sus manos el control absoluto de la Administración, y por tanto podía usar el BOE a su antojo, que acababa de aprobar unos presupuestos y que tenía enfrente un batiburrillo de más de 22 formaciones políticas, se mostraría incapaz de evitar la debacle. Se confirma que los populares han acabado siendo víctimas de una manera de hacer política donde algunos dirigentes han abusado de la prepotencia por encima del diálogo. Si, por ejemplo, hubieran mantenido algún mínimo puente de contacto con las formaciones catalanas, especialmente el PDECat, la moción no hubiera triunfado. Qué lejos quedan aquellas risotadas del diputado Rafael Hernando cuando trató de pardillo a Francesc Homs por haberse quedado sin grupo parlamentario pese al apoyo convergente al PP en la elección de la Mesa del Congreso. Los casos de corrupción han hecho daño pero también una determinada manera de hacer política.
Escrito queda que hacer pronósticos en estos tiempos líquidos que vivimos es un disparate. Nadie podía imaginar la foto que veremos en breve en la Moncloa con Pedro Sánchez y Quim Torra. El azar ha querido hacer coincidir en el tiempo la caída de Rajoy y la constitución del Govern. Y dos políticos que no contaban para nada, tienen hoy una oportunidad de hacer historia si son hábiles y saben hacer justamente lo que no supieron hacer sus antecesores. De repente, los cronistas podemos volver a escribir esas frases tópicas que se han puesto de moda y repetir como loritos que “se ha abierto una ventana de oportunidad” o que se puede “desescalar el conflicto”. Quien nos lo iba a decir. Hay tantas ganas de acuerdo que la salida de Rajoy ha sido recibida como una gran bocanada de aire fresco aunque sólo sea porque los interlocutores van a ser nuevos. Otra cosa es que al hacer un juicio racional sobre lo que viene no hay dudas que las dificultades de entendimiento serán muy grandes. Para empezar Sánchez no tiene a todo el PSOE detrás, y su grupo es minoritario en el Congreso. Ni el PP, ni Ciudadanos le van a poner las cosas fáciles y cualquier acuerdo en Catalunya será vendido como de alta traición a la nación española. Sánchez, que sus primeras palabras dedicadas a Torra fueron calificarle de “racista”, deberá lucir su capacidad de contorsionista para salir del paso. Y en el lado catalán, el nuevo presidente parece seguir un guion muy meditado: suave y conciliador en las formas pero radical en el discurso con la República siempre de fondo. Ya escribimos en su día que nos hemos de acostumbrar a vivir en una etapa de mucha retórica republicana pero realidad autonómica. Sin renunciar a ello, Torra tiene ahora la gran oportunidad de modular el discurso de confrontación que se escribe desde Berlín y hacer más creíble la apuesta a favor del diálogo aunque sólo sea porque sus interlocutores ya no serán los miembros del Govern del PP. En esta línea, Torra no dejó un mal sabor de boca en su primera gran aparición pública ante los empresarios del Cercle d’Economia. Mientras hablaba el pasado jueves en la sala del hotel Melià Sitges en los móviles de su audiencia aparecían las alertas de los medios advirtiendo que el PNV votaría a favor de la moción. La propuesta del Cercle de pactar un nuevo Estatuto con rango de constitución catalana parecía cada vez más seria y posible. Cuando el Cercle la hizo pública parecía una marcianada en el contexto actual, el jueves fue considerada “naif” por el propio presidente de la entidad, Juan José Brugera, y acabó siendo tildada de “interesante” por Torra, cuando Rajoy ya olía a cadáver. Lo que son las cosas. Queda mucho por hacer pero sí, se puede decir que hay una lucecita al final del túnel.