La Vanguardia

Traidores, aquí y allí

- Francesc-Marc Álvaro

Estén preparados, porque empieza una época en la que oiremos a menudo la palabra “traidor”. Se oirá en Barcelona y en Madrid. La caída de Rajoy, la llegada de Sánchez a la Moncloa, el arranque del Govern Torra y el fin del 155 nos colocan en una nueva etapa. Por suerte, ya estamos curados de espantos y nadie espera milagros (por ejemplo, que Borrell se convirtier­a en valedor de un referéndum de autodeterm­inación) ni tampoco espera soluciones inmediatas a problemas históricos. Tenemos demasiada memoria y, por lo tanto, las expectativ­as son de mínimos: que los jueces y los fiscales dejen de ocupar el lugar de los políticos, que se pueda hablar de todo, que no se viva bajo amenaza de prisión... Sánchez no despierta entusiasmo­s, pero tiene la llave de la distensión. Sin distensión no volveremos a hacer política.

La derecha que pasa a la oposición y la derecha extrema que tenía grandes aspiracion­es más la derecha mediática ya han hecho saber que no darán ni un minuto de tregua al nuevo ejecutivo, que califican de Frankenste­in. El PSOE ha aceptado los votos –indispensa­bles– de los independen­tistas, lo cual rompe el gran tabú. Para los vigilantes de la patria, Sánchez se ha convertido en un traidor miserable, algo que da risa si se piensa que el nuevo presidente no osaba utilizar ni el término “nacionalid­ad” (de la Constituci­ón) para hablar de Catalunya, lo despachaba con la etiqueta “singularid­ad”. PP y Cs competirán en el pim-pam-pum más salvaje contra el gabinete socialista.

En Catalunya, el president Torra y sus

Desde los respectivo­s extremos, a Sánchez y a Torra los acusan de traidores; irá a más, si se hacen las cosas bien

flamantes consellers tampoco son recibidos con aplausos por todo el mundo. Un sector del independen­tismo –al que dan voz la CUP y la nueva dirección de la ANC– considera que el nuevo Govern encarna la rendición y la genuflexió­n y, por lo tanto, la traición de todo lo que representó el 1 de octubre y la posterior DUI. El apoyo de ERC y del PDECat a la moción de censura ha intensific­ado estos mensajes. Para estos entornos (partidario­s de chocar cada día contra la pared), los gestos de Torra en apoyo de los presos y exiliados son para tapar “la renuncia” a la causa. Uno de los diputados de la CUP ha criticado en un tuit el discurso de Torra ante el Círculo de Economía y ha añadido que “recomiendo la lectura de La traïció dels líders de Xirinacs. Quizás se está escribiend­o un nuevo capítulo”.

Es necesaria la distensión y abrir canales de diálogo. La mayoría está de acuerdo en ello. Sánchez deberá hacer algunos movimiento­s. A la vez, Torra deberá exhibir una actitud que deje de lado el tacticismo dentro del que se ha movido Puigdemont desde el 21-D; el de Girona tenía un guión pensado contra la intransige­ncia del PP pero el cambio en la Moncloa exige repensar, aunque se sea escéptico. Desde los respectivo­s extremos, a Sánchez y a Torra los acusan de traidores. Esto irá a más, si se hacen las cosas bien. Esta dura coincidenc­ia debería favorecer la sinceridad, el juego limpio y la empatía entre los dos presidente­s.

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