No podemos esperar más
Vivimos inmersos en una acumulación de crisis políticas que dañan la economía, y que contribuirán a hundirnos si se consuma el estallido del sur de Europa. Escribí sobre sus causas profundas en el 2014 en La sociedad desvinculada. Sobre ella cabalgamos hacia el desastre. Es la sociedad en la que bajo el mantra de la tolerancia crece la desigualdad, la xenofobia, la fragmentación social, y el independentismo concebido como el hiperbien. No hay salida sin una gran regeneración social y de las instituciones políticas, que son vitales para alcanzarla.
Y esta regeneración clama a las instituciones catalanas para que salgan de su bucle burbuja y afronten la realidad de las crisis que nos envuelven. Necesitamos respuestas. Unas ligadas a cuestiones decisivas y urgentes como la negociación de la financiación, y la evaluación del impacto del Brexit. Otras porque inciden sobre nuestra estructura profunda, como la recuperación del valor del legado del autogobierno, el de la Mancomunitat, Macià, Tarradellas, la reconstrucción pujoliana, y las aportaciones de Maragall y Montilla. Una recuperación que incorpora el fortalecimiento del catalanismo, capaz de combinar grandes ideales con buenos resultados para la vida cotidiana, junto con el valor de la lengua y de la alta cultura catalana, de la tradición, de la obra popular, de sus raíces cristianas, y del castellano como lengua compartida que aporta un vigor cultural extraordinario.
Es vital construir la concordia entre los ciudadanos de Catalunya por principio político y porque sin ella somos demasiado débiles.
Recobremos el respeto por la ley, por los cánones, y las instituciones políticas, concebidas como eficientes e inclusivas, con capacidad de integrar los disensos y afrontar los grandes retos. Rehagamos nuestra ética de la virtud para superar la actual anomia y caos moral, integrando en ella el valor inclusivo y asertivo del hecho religioso.
Necesitamos una política social y económica centrada en la construcción de la cohesión social y la igualdad de oportunidades, la resolución de las necesidades vitales, vivienda, trabajo, formación, de muchos compatriotas. En esta transformación la familia y la maternidad son fundamentales porque crean amor y generan prosperidad. Todo ello requiere de la superación del gran reto: la mejora urgente de la productividad.
Si no asumimos este camino, nos destruiremos y nos aplanarán.