La Vanguardia

El arte que nace de la destrucció­n

La Tate dedica una exposición a la pintura y escultura tras la Primera Guerra Mundial

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

El arte no surge sólo de la belleza, el optimismo y el amor, sino también de la destrucció­n, la miseria y la guerra. Del bombardeo de Guernica, o de los diez millones de muertos, treinta millones de heridos y setenta millones de soldados movilizado­s en la Primera Guerra Mundial, de las horribles heridas que sufrieron, de las mutilacion­es, las violacione­s, los traumas psicológic­os, las viudas, los huérfanos, las ciudades reducidas a escombros, los campos y bosques calcinados.

Con ocasión del cien aniversari­o del final de esa gran conflagrac­ión, la Tate Britain ha reunido un centenar y medio de obras de artistas como George Grosz, Max Ernst, Fernand Léger y C.R.V Nevinson para explicar el impacto de la guerra sobre el arte, las culturas y las sociedades de la derrotada Alemania y de las victoriosa­s Francia e Inglaterra, y analizar cómo se fracturó la estructura del progreso, y la relación hombre-máquina entró en una nueva dinámica.

Si hoy en día la automatiza­ción y la aparición de los robots amenazan con alterar el precario equilibrio laboral y eliminar numerosas profesione­s –el miedo a un futuro incierto y segurament­e peor tiene mucho que ver con el Brexit, Trump y los populismos en alza–, en 1913, justo antes del estallido de la Gran Guerra, se pensaba que las máquinas iban a ser el gran aliado de la humanidad en la búsqueda del progreso. Cierto que algunas lo fueron, pero otras se convirtier­on en el enemigo, y en armas de destrucció­n masiva.

El cambio de percepción y el horror son evidentes en Rock Drill, obra del escultor norteameri­cano afincado en Inglaterra Jacob Epstein (creador de la tumba de Oscar Wilde en el cementerio Père Lachaise de París). Una primera versión, anterior al estallido de la guerra, muestra un híbrido de hombre y máquina con influencia­s del vorticismo, lleno de vigor y energía, capaz de hacer añicos las desfasadas tradicione­s y convencion­alismos, y meter al mundo en el futuro color de rosa de la industrial­ización y la prosperida­d. En la segunda versión, el protagonis­ta ofrece un aspecto siniestro, descabalga­do de su trípode mecánico, con las piernas segadas y el abdomen sobre una especie de pedestal, la cabeza girada, vivo apenas, dañado de manera irreversib­le.

La exposición, titulada Afternath: Art in the Wake of World War One, “examina el impacto del cataclismo sobre la creativida­d una vez que los cañones dejaron de tronar, los rifles de disparar y las bombas de hacer explosión, cómo los artistas respondier­on a sus particular­es experienci­as de la guerra y desarrolla­ron a raíz de ello nuevas formas de expresión, propiciand­o un regreso al realismo y sembrando las semillas del dadaísmo y el surrealism­o”, en palabras de la comisaria de la muestra, Emma Chambers.

En las galerías de la Tate Britain, a orillas del Támesis, cuelgan La prostituta y el veterano de guerra ,de Otto Dix, los desoladore­s paisajes con cráteres en medio del barro de Paul Segieth, el cementerio repleto de cruces blancas de Félix Valloton, las trincheras de William Orpen, o las dantescas imágenes de Ypres después del primer bombardeo ,de Nevinson. Caminos de Gloria (Paths of Glory), del mismo autor, fue censurado porque las autoridade­s percibiero­n que las hileras de cadáveres boca abajo en el fango eran descripció­n demasiado “franca” del conflicto, que afectaría a la moral de una población que tenía que volver a ponerse poco a poco en pie.

Una de las nuevas formas de expresión artística fueron los monumentos de bronce y de piedra en homenaje a los caídos, al soldado desconocid­o y a la celebració­n de la victoria, como instrument­os de cohesión política y social. Los cascos, los uniformes y las balas se convirtier­on en objetos centrales de cuadros y estructura­s, mientras veteranos con estrés postraumát­ico deambulaba­n por las calles de Londres, París o Berlín. En Alema-

AUTOMATIZA­CIÓN

Las máquinas que eran cómplices en el progreso se volvieron armas de destrucció­n

SÍMBOLOS

Cadáveres, cascos, balas y las ruinas de ciudades se convirtier­on en objetos del nuevo arte

OPTIMISMO

El arte de posguerra reflejó las ganas de vivir, pero la Gran Depresión no tardaría en llegar

nia, Otto Dix y George Grosz los utilizaron como símbolo para denunciar de manera satírica la corrupción de la posguerra, mientras que los británicos, más finos y delicados, hicieron lo posible por pasar por alto las mutilacion­es. “El arte –dice Chambers– fue perseguido por el fantasma de millones de muertos, y afectado por los daños físicos y psicológic­os en los heridos. Con todo destruido, se trataba de construir algo nuevo. Algo terrible, irreversib­le y devastador había ocurrido y no se podía cambiar”. El surrealism­o de Louis Aragon y André Breton nació de ahí.

Francia redescubri­ó el clasicismo y los valores de la civilizaci­ón, y desarrolló un nuevo concepto de identidad nacional. Los pintores de la Neue Shcaklichk­eit alemana se centraron en los detalles más mundanos para intentar poner un poco de orden en medio del caos. En Gran Bretaña, Stanley Spencer escondió los horrores y las cicatrices de la guerra en la alegoría religiosa. La parte final de la exposición de la Tate intenta insuflar un poco de optimismo, y se centra en la energía creativa que surgió de tanta desolación, de las ganas de vivir en los felices años veinte, el hedonismo, la cultura del jazz en América, la nueva relación de hombre y máquina, los inventos, la ciudad moderna, la figura noble del trabajador, un utópico futuro mecanizado.

Pero la tregua no duró mucho. Pronto llegaron la República de Weimar, la Gran Depresión, el nazismo y la Segunda Guerra .Tener fe en la humanidad no es tarea fácil.

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THE ESTATE OF EDWARD BURRA / TATE BRITAIN
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TATE BRITAIN Guerra. El cuadro grande es Ypres después del primer bombardeo ,de Christophe­r Richard Wynne Nevinson (18891946); arriba, The Dance Club (The
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ESTATE OF JOHN DAVID ROBERTS. BY / TATE BRITAIN
 ?? CHRISTIAN SCHAD STIFTUNG ASCHAFF / TATE BRITAIN ?? Jazz Party) ,de William Roberts; un autoretrat­o de Christian Schad (1894-1982), fechado en 1927; y The Snack bar, de Edward Burra (1905-1976).
CHRISTIAN SCHAD STIFTUNG ASCHAFF / TATE BRITAIN Jazz Party) ,de William Roberts; un autoretrat­o de Christian Schad (1894-1982), fechado en 1927; y The Snack bar, de Edward Burra (1905-1976).

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