Primavera rusa
Recital de Olga Peretyatko Lugar y fecha: Palau de la Música Catalana (31/V/2018)
Puede sorprender la baja asistencia en el recital debut del Palau de la Música de la soprano rusa Olga Peretyatko, una de las voces más demandadas de la actualidad. Algo más de media sala recibió con entusiasmo a esta cantante, que demostró ambición y versatilidad con un programa de lieder, ópera belcantista y canción rusa.
La voz de Peretyatko se mostró dúctil, de registro generoso, esmaltada y de atractivo timbre, además de demostrar un medido control técnico, pero fue en el ámbito expresivo donde no se acabó de producir la magia esperada. Si con las tres mélodies de Fauré, su francés, dicción y estilo tuvieron la virtud de la corrección estilística, fue con los tres Liszt, donde visiblemente emocionada, Olga luchó por controlar unas furtivas lágrimas con el celebérrimo tema del Liebesträum, transformado en el lied O lieb, so lang du lieben kannst. No es buena la emoción cuando el instrumento ha de conjugar exigencia y expresividad porque se puede caer en la sensiblería. No fue el caso, pero en los dos Rossini que cerraron la primera parte, “All’ombra amena” y sobretodo en “Bel raggio lusinghier”, no lució la frescura belcantista esperada.
Peretyatko es una cantante inteligente que mide con extremo cuidado su instrumento, el canto legato es impecable, las notas picadas y filados destilan elegancia, pero su Corinna quedó algo fría y su Semiramide ajustada a unas fuerzas que hicieron visible la exigencia del recital. Es de justicia destacar el trabajo minucioso y limpio del piano de Giulio Zappa, con un extrovertido Rossini y unas elegíacas mazurcas de Chopin en sus solos además de respirar con la soprano y plegarse con hedónico resultado al variado contenido de estilos. La siempre pirotécnica “Oh luce di quest’anima” inició con garbo la segunda parte, pero un agudo final controlado en exceso en la emisión le restó brillantez al aria. Tampoco se produjo la profundidad belcantista en un Casta diva impecable pero de resultado más bien distante.
Fue con el irresistible romanticismo de Chaikovsky y sus tres canciones donde la voz, la expresión y el estilo por fin casaron con excelencia y majestad, sobretodo con “Ja li v pole” un metáfora panteísta de tristeza emotiva subyugante. Los tres Rachmaninov finales fueron el mejor regalo y muestra del arte de la soprano, intimismo, fraseo y sensibilidad con un uso de los reguladores magistral: Vocalise. Cerró con el expansivo
Aires de primavera y regaló tres vistosos bises: la Villanele, la canción oriental de Rimsky Korsakov y un
Vals de Juliette de Gounod lleno de sorprendente frescura tras más de dos horas de recital. Besó la tarima con su mano para regocijo de los fans y agradecimiento mutuo en una agradable cita lírica preestival.