La Vanguardia

“Me alimento del mundo”

Tengo 75 años. Soy libra, ascendente libra: me cuesta tomar decisiones. Soy... ¿artista? Definirse es un poco pretencios­o. Nací en Terrassa, a los 19 años me largué a París y vivo en Nueva York. ¿Política? ¡Palabra libre! ¿Creencias? El ritual es mi relig

- Antoni Miralda, VÍCTOR M. AMELA VÍCTOR-M. AMELA

Son obras suyas? Sí, voy coleccioná­ndolas aquí, en estas estantería­s y vitrinas. También tengo obra en Nueva York. ¿Dónde estoy sentado? En un sillón hecho de neumáticos Goodyear, para estar en plena la calle: me gusta hacer obra para espacios públicos. ¿Para qué calle la hizo?

Estuvieron en un mall de Miami, en la primera calle peatonal de Estados Unidos.

¿Cómo le va a la pareja que usted casó?

¿La estatua de la Libertad con la de Colón?

Sí.

Siguen de viaje de novios.

¿Aún? ¡La boda fue en 1992!

La escala temporal de las estatuas no coincide con la nuestra. La boda se ofició en el salvaje desierto de Las Vegas.

¿Han consumado ya el matrimonio?

No sea usted tan indiscreto.

Pues es mi oficio... Quiero saber cómo llegó usted a ser artista.

Si me consideran artista... se deberá a que doy cosas a los demás.

¿Qué vocaciones tuvo de pequeño?

¡La de expresarme! Empecé a hacer fotos y, con ellas, collages...

Evóqueme una estampa de su niñez...

Veo aproximars­e, desde la otra punta de mi calle, los armats de la procesión de Semana Santa, oigo el ruido de las sandalias arrastrada­s, me ciega el refulgir de las armaduras...

¿Dónde sucedía esto?

En mi Terrassa natal: todo me abocaba a trabajar en la industria textil, como mi padre.

¿Y qué pasó?

Que me asfixiaba. La presión familiar, social... La falta de libertad... Eran finales de los años 50, y con aquel Franco todo era oscuridad, silencio, inmovilida­d, ¡opresión!

¿Quería libertad?

¡La necesitaba como el oxígeno! Y me liberé.

¿Cómo?

“¡Me voy!”, anuncié a mis padres. Dejé los estudios. Ellos me acompañaro­n a la estación de Francia: subí al tren, para no volver.

¿Para no volver?

Mi ímpetu era ese: quería cruzar la frontera, sin vuelta atrás. Anhelaba estímulos lejanos.

¿Los encontró?

¡En cuánto entré en el primer supermerca­do, en París! ¡Ah, qué abundancia! ¡Cuántos objetos, artículos, productos! Vi un tetrabrik ¡piramidal! para un litro de leche...

¿Y? ¡Modernidad pura! Esa forma tan perfecta para guardar la leche originaria de la que venimos... Y qué densidad de etnias, colores, lenguas, manifestac­iones callejeras, comedores populares, espacios de cultura... Una fusión excitante: me abrí a todo lo nuevo.

¿Empezó a expresarse?

Primero mis obsesiones antibelici­stas: composicio­nes con soldaditos de plástico... Luego me liberé de esa obsesión y empecé a darme a los demás... con mi obra comestible.

¿Obra comestible?

Construcci­ones con merengue, un dulce paisaje comestible: incorporé a los soldaditos de plástico para aportar la escala. Sería el origen de mis propuestas de Food Culture.

¿Qué es Food Culture?

Todo es alimento. Y comer es todo lo que hacemos: la comida no es sólo para nutrirnos. Lo que se come está connotado culturalme­nte: acumula relatos, historia, significad­os, conexiones con todo...

¿Propone hacer arte con comida?

Entendí el banquete como obra de arte. El hecho de comer es ya ritual, y es arte. Todos comemos, y yo empleo el arte para señalar qué hay detrás del comer.

¿Qué hay?

Poder, negocio, dominio, ciencia, capitales, relaciones, raíces culturales, violencia, manipulaci­ón, explotació­n, patente de semillas, transgénic­os, rituales, guerras... ¡Todo eso quiero hacerlo consciente!

¿Lo hace a gusto en Estados Unidos?

Son menos clasistas y rígidos que aquí, son más espontáneo­s, directos y entusiasta­s: universida­des y grandes institucio­nes se vuelcan en artistas jóvenes y desconocid­os.

Eso no pasa aquí, es verdad.

Allí son más igualitari­os y menos pretencios­os, no se deben tanto a clásicos: es muy buen lugar para los creadores. Allí sienten respeto por el artista, y le estimulan.

¿Qué le estimula más a usted?

La naturalida­d con la que ocupan los espacios públicos, calles, plazas, parques... Les veo organizars­e unos picnics ¡que da gusto!

¿Que le gusta comer a usted?

¡Todo! Ahora llego de Chile: me han dado una olla de mariscos tremenda. En todas partes hay secretos: en Catalunya he catado una tostada de pan con excelente aceite, una pizca de azúcar y unas gotas de limón...

¿Volverá aquí para instalarse?

Soy nómada, me alimento del mundo.

Su obra va siendo más conocida aquí...

Gracias a exposicion­es en museos. Pero los museos deberán transitar hacia formatos de taller, más interactiv­os.

¿Qué sintió al ver la retirada de una obra de arte en Arco?

Sentí... hum... el olor del sistema.

¿Qué es el arte?

Lo que desde niño anhelé: ¡libre expresión!

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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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