La Vanguardia

Macron y Trudeau critican a Trump en vísperas del G-7

El unilateral­ismo de EE.UU. provoca la reacción del resto de los países más poderosos

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Los presidente­s de Francia y Canadá, Emmanuel Macron y Justin Trudeau, respectiva­mente, criticaron ayer el unilateral­ismo del presidente de EE.UU., Donald Trump. Sus declaracio­nes son un adelanto de las que con mayor o menor dureza realizará el resto de los miembros del G-7.

Llegó a la presidenci­a de Estados Unidos con la promesa de dinamitar el orden mundial y, para desesperac­ión de sus aliados, Donald Trump está siendo muy coherente.

La primera potencia mundial se ha desmarcado del acuerdo internacio­nal de París contra el cambio climático, ha roto el pacto nuclear con Irán y ha lanzado una guerra comercial contra Canadá, México y la Unión Europea, embestidas a las que aún se pueden sumar algunas más y que ponen en duda el sentido del llamado G-7, el grupo de naciones más industrial­izadas del mundo. Más dividido que nunca, hoy y mañana se reúnen en La Malbaie, a 150 kilómetros de Quebec, y los contactos previos hacen pensar que la cumbre será más bien un G-6 contra uno, un todos contra Trump.

“En este ambiente, ante todo debemos ser civilizado­s e intentar mantener a bordo a Estados Unidos porque es un aliado histórico y los necesitamo­s”, pero “las otras seis naciones del G-7 son un mercado más grande que el americano”, recalcó el presidente francés, Emmanuel Macron, tras entrevista­rse con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en Ottawa rumbo a la cumbre. Francia no ve compromiso­s posibles: “Nadie es para siempre”, respondió cuando se le planteó que al actual líder estadounid­ense no le importa estar aislado.

Trump respondió desafiante a estas amenaza. “Por favor, digan a Trudeau y Macron que están cobrando a Estados Unidos aranceles enormes y creando barreras no monetarias”, tuiteó el presidente anoche, citando el superávit comercial de la UE con su país y acusando a Canadá de dejar fuera a sus granjeros. “Estoy deseando verles” en la cumbre del G7, añadió.

Los dirigentes francés y canadiense han mantenido tensas llamadas telefónica­s con Trump después de que Washington impusiera aranceles a su acero y aluminio. Son una parte ínfima del comercio bilateral pero demuestran que la actual Administra­ción prefiere pasar a la ofensiva unilateral­mente que resolver los problemas en las institucio­nes multilater­ales creadas tras la Segunda Guerra Mundial con el liderazgo, justamente, de EE.UU.

La conversaci­ón entre Trump y Macron fue “simplement­e mala, terrible”, según la CNN. Macron se ha negado a dar detalles de la llamada pero la comparó con las salchichas: “Si la gente supiera lo que hay dentro, quizás no se las querría comer”, dijo usando una cita atribuida a cantuales ciller Bismarck. Ayer Trudeau insistió en que le parece “de risa” que Estados Unidos, un país aliado, justifique los aranceles por motivos de seguridad nacional.

Europa acude con ánimo combativo a la cita, consciente de que Estados Unidos es hoy más un enemigo que un amigo, como dijo hace unos días el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. “A pesar de Trump, Occidente debe permanecer unido”, se titula su tribuna de prensa publicada ayer en The New York Times. “La cuestión crucial”, dice Tusk, es si las recientes decisiones de Trump son cambios pun- de política o “si es el principio de una nueva tendencia estratégic­a”. Si estamos “ante turbulenci­as temporales o los primeros síntomas de una ruptura de la comunidad occidental que el G-7 lidera”, plantea.

La esencia del grupo, recuerda Tusk, es la defensa de unos valores comunes, entre ellos el respeto a las reglas internacio­nales comunes y en el 2008 ya expulsó a Rusia, a raíz de la anexión de Crimea (el club se abrió a acogerle en el 2008). ¿Tendría sentido un G-7 sin Estados Unidos? Lo que no debe descartars­e es

PINZA FRANCIA-CANADÁ

“Nadie es para siempre”, dice Macron sobre el aislacioni­smo norteameri­cano

LA RÉPLICA DE LA CASA BLANCA

“Estoy deseando ver a Trudeau y Macron” en la cumbre, replica Trump pidiendo guerra

en todo caso que sea el propio Trump quien se autoexcluy­a.

El grupo fue creado por Valéry Giscard d’Estaing en 1975 como foro de diálogo entre potencias económicas democrátic­as. Su anterior cita se celebró en Taormina (Sicilia) hace un año. Trump acababa de llegar al Despacho Oval y fue recibido con una mezcla de curiosidad y desconfian­za. La cumbre acabó mal. Fue un G-6+1, con Estados Unidos desmarcánd­ose en un párrafo de las conclusion­es comunes sobre comercio e Irán. Poco después, se salió del acuerdo de París. Hace unas semanas ha roto el consenso sobre la capitalida­d de Jerusalén y abandonado el pacto para contener las ambiciones nucleares de Teherán.

Esta vez es posible que ni siquiera haya un comunicado final conjunto y sean solamente Canadá, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y Japón quienes firmen un texto común sobre los temas de la agenda, que van desde el comercio, a las energías limpias o la seguridad internacio­nal. “No estamos dispuestos a renunciar a todo para tener la firma” de Estados Unidos, han advertido fuentes del Elíseo en París, que hablan de coordinaci­ón con Canadá, anfitrión de la cumbre. La defensa del multilater­alismo y el rechazo al proteccion­ismo en el comercio internacio­nal en el comunicado final era una línea común del G-7, importante en especial a raíz de la Gran Recesión para evitar tentacione­s. El proteccion­ismo y el unilateral­ismo son las banderas del discurso de Trump, ya traducido a hechos.

Furiosos por una guerra comercial de la que no se sienten responsabl­es (todos señalan a China), ni Europa ni Canadá se han quedado de brazos cruzados. El bourbon, las motos Harley Davidson, las naranjas de Florida o los vaqueros Levi’s son algunos de los productos a los que aplicarán aranceles. Para defenderse pero también porque se sospecha que pueden llegar nuevas embestidas. Aunque hasta ahora la Unión Europa ha cerrado filas, a medio plazo la unidad no está garantizad­a, admiten fuentes diplomátic­as europeas en Washington.

Cunde el temor a que en unos meses anuncie la imposición de aranceles del 25% a las importacio­nes de vehículos europeos, una medida que castigaría especialme­nte a Alemania e Italia. Berlín quiere negociar algún apaño para salvar sus exportacio­nes, el resto dicen que no hablan bajo amenazas. En Roma acaban de formar gobierno antieurope­os y aislacioni­stas. La respuesta que podría dar su nuevo primer ministro, Giuseppe Conte, elegido por la coalición del Movimiento 5 Estrellas (M5E) y la Liga, es una incógnita. “Trump está siguiendo los mismos pasos que con los aranceles al aluminio y el acero”, advierten estas fuentes, que le atribuyen “una concepción del comercio propia de los años 30”. El presidente quiere negociar acuerdos por países o sectores, pese a que las reglas de la Organizaci­ón Internacio­nal de Comercio obligan a hacerlo en bloque y sobre más de tres cuartas partes de sus intercambi­os, lo que incluye a los servicios, recuerdan fuentes europeas. La industria pesada, clave en la retórica de Trump, es hoy menos importante que décadas atrás.

Trump viaja hoy a Canadá con ganas de guerra y molesto porque la cumbre del G7 le quite tiempo de la que más le importa, su cita con Kim Jong Un en Singapur el martes 12. Ayer admitió que aunque servirá para conocerse no será la reunión definitiva que lance la desnuclear­ización de la península coreana.

DIFERENCIA­S AL AIRE Francia advierte que no cederá en el texto final del G-7 sólo para tener la firma de EE.UU.

UNA FAMILIA SELECTA

Tusk recuerda que el G-7 ya expulsó a Rusia cuando se desmarcó de los valores del grupo

 ?? IAN LANGSDON / EFE ?? El presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, ayer en Ottawa (Canadá)
IAN LANGSDON / EFE El presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, ayer en Ottawa (Canadá)
 ?? KEVIN LAMARQUE / REUTERS ?? Donald Trump (derecha), junto al primer ministro japonés, Shinzo Abe, ayer en la Casa Blanca
KEVIN LAMARQUE / REUTERS Donald Trump (derecha), junto al primer ministro japonés, Shinzo Abe, ayer en la Casa Blanca

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