Actualidad de Victor Hugo
NO conozco a Màxim Huerta, el flamante ministro de Cultura, más allá de haberlo saludado en una recepción. Pero me gusta que el Gobierno de España tenga un Ministerio de Cultura, porque resulta un mensaje a la sociedad. La cultura como uno de los pilares en los que se sustenta la arquitectura de un país. Habrá quien defenderá que muchas de sus competencias han sido transferidas, pero aun así es importante que desde el Ejecutivo se dé visibilidad a la cultura, se la nutra de presupuesto, se la proteja de la batalla política. En algunos momentos, cuando se subió el IVA en auditorios, cines y teatros, se quiso equiparar la cultura con el entretenimiento, lo que es una insensatez. Los pueblos que apuestan por la cultura saben que tienen un pasado que proteger, un presente que estimular y un futuro por construir. En este sentido, sería necesario imponer a los miembros de los gobiernos europeos la lectura del apasionado discurso que Victor Hugo pronunció en la Asamblea Constituyente el 18 de noviembre de 1848.
Leyéndolo, muchas de las objeciones presentadas por el escritor francés siguen vigentes. Frente a la propuesta de los ministros de recortar la financiación de la cultura, el novelista muestra de forma persuasiva que es el mayor de los errores, la decisión más lesiva para un país: “Afirmo, señores, que las reducciones propuestas en el presupuesto de las ciencias, las letras y las artes son doblemente perversas. Son insignificantes desde el punto de vista financiero y nocivas desde todos los demás puntos de vista”. Victor Hugo hizo un mitin en su defensa de la cultura. El novelista bramaba que “el gran peligro de Francia no era la miseria, sino la ignorancia” y que, en unos momentos en que se proveía la iluminación de las ciudades, se hacía de noche en el mundo moral. Sánchez ha recuperado el Ministerio de Cultura. Huerta es un tipo simpático: tiene por delante el reto de que creamos firmemente que resulta un personaje imprescindible.