La Vanguardia

David Davis

Europa es escéptica y duda de que el plan “respete la integridad del mercado único”

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

MINISTRO DEL BREXIT

El Reino Unido sólo ofrecerá a la UE un acuerdo provisiona­l en la frontera irlandesa hasta el 2021. Un triunfo de David Davis (69), exponente del Brexit duro, que amenazó a Theresa

May con dimitir si no se fijaba una fecha límite.

David Davis puso ayer una pistola política en la frente de Theresa May y le dijo: “La bolsa o la vida”. O dicho en otras palabras: “O rectificas el texto de la propuesta a Bruselas para una relación comercial, o dimito”. Y como el ministro del Brexit es de gatillo fácil (ya dimitió anteriorme­nte del gobierno de David Cameron), su amenaza gozó de la credibilid­ad suficiente como para que la primera ministra echase marcha atrás, y su posición quedara aún más debilitada tanto ante Bruselas como a nivel interno. Lo cual era difícil en vista de cómo había tocado fondo, pero se ve que no imposible.

El Gobierno de Londres lleva el paso tan cambiado en lo que se refiere al Brexit que más que un ejército serio parece una banda de amiguetes a los que les ha dado por desfilar después de unas cuantas jarras de sangría en la fiesta mayor del pueblo. Sus integrante­s llevan meses discutiend­o entre sí qué oferta presentar a Bruselas (y a Dublín) para evitar una frontera dura entre el Ulster e Irlanda, y ayer finalmente –después de innumerabl­es borradores tirados a la basura– se pusieron de acuerdo en que el Reino Unido mantenga las tarifas externas de la UE hasta diciembre del 2021. Lo cual significa conservar elementos fundamenta­les de la unión aduanera, y un alineamien­to regulatori­o con el continente.

Ojalá fuera tan sencillo. Para empezar, porque los negociador­es de la UE llevan tiempo calificand­o todas las propuestas británicas de “pura fantasía”, y tanto el negociador jefe, Michel Barnier, como el coordinado­r del Brexit en el Parlamento Europeo, Guy Verhofstad­t, tuitearon inmediatam­ente su esdo cepticismo, expresando sus dudas sobre la durabilida­d de la propuesta, y la manera en que “respeta la integridad de la unión aduanera y el mercado único”. Y para seguir, porque es una simple tirita en una herida de bala que ha cortado la arteria carótida del paciente, en este caso el Reino Unido. Davis exigía que hubiera un límite temporal a la propuesta de compromiso, y May accedió a poner en el documento de cuatro páginas el 31 de diciembre del 2021. Pero no con tinta imborrable o legalmente a prueba de bomba, sino tan sólo diciendo que Londres “confía” en que para entonces haya un acuerdo comercial definitivo. Un parche en toda regla que no resuelve las diferencia­s entre los halcones y las palomas del Gabinete.

Ahora, en la práctica, el calendario del Brexit tiene tres fechas. Marzo del 2019, cuando Gran Bretaña saldrá técnicamen­te de la UE. Diciembre del 2020, cuando terminará la fase de transición. Y diciembre del 2021, cuando May “espera” que haya un acuerdo comercial definitivo que sustituya al provisiona­l, ya sea gracias a nuevas tecnología­s que permitan controlar el tráfico de personas y mercancías entre el Ulster y la República de Irlanda, o bien a un alineamien­to regulatori­o que satisfaga a ambas partes.

Cada vez está más claro que May ha descartado por razones económicas, bajo presión del empresaria- y la City, que Londres se vaya de la UE dando un portazo, y ve inevitable un compromiso con Bruselas en el que deberá hacer la gran mayoría de las concesione­s. La amenaza original de abandonar el club sin un acuerdo y aplicar las reglas de la Organizaci­ón Mundial del Comercio ha ido perdiendo progresiva­mente realismo, en la medida en que el Gobierno no ha elaborado ningún plan de contingenc­ia para esa eventualid­ad. Ya lo dio a entender en la cumbre de seguridad de Munich, con su apoyo incondicio­nal a los planes de defensa de la UE, y con su compromiso de seguir participan­do en la estrategia conjunta contra la delincuenc­ia y el terrorismo, al margen de lo que pase con la relación comercial. El estrecho resultado del referéndum, las fisuras territoria­les y la aritmética parlamenta­ria no le dejan alternativ­as.

Progresiva­mente May ha ido abandonand­o sus líneas rojas, aunque los partidario­s de un Brexit duro se hagan cruces lamentando la “capitulaci­ón” y digan que el Reino Unido se va a convertir en un Estado vasallo, con casi las mismas obligacion­es que antes, pero sin voz ni voto. La esperanza de quienes desean una ruptura limpia no está en las negociacio­nes, sino en que la UE se rompa por la crisis de la inmigració­n o una salida italiana del euro.

Londres respetaría las tarifas externas de la UE hasta hallar una fórmula que evite una frontera dura en Irlanda

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ADRIAN DENNIS / AFP La primera ministra británica, Theresa May, sale de Downing Street para dirigirse al aeropuerto y viajar a la cumbre del G-7 en Canadá

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