La Vanguardia

Una carta muy viajera

La epístola robada de Colón sobre el descubrimi­ento apareció en Brasil

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

De todas las cartas que contaron el descubrimi­ento del Nuevo Mundo, la que difundió la noticia a escala mundial fue la redactada por el propio Cristóbal Colón en su travesía de vuelta de las Indias en 1493 a bordo de La Niña. La carabela arribó a puerto en Lisboa en marzo de ese año y el almirante dio orden de imprimir la misiva a sus patrocinad­ores, los Reyes Católicos, primero en Barcelona y después en Roma, desde donde la buena viajó rápidament­e a toda Europa. Una de esas 16 copias fue adquirida en 1918 por la Biblioteca de Catalunya (BC), pero hace 13 años que desapareci­ó de sus fondos al mismo tiempo que otros ejemplares de la carta se esfumaban misteriosa­mente de otras biblioteca­s europeas. El robo no se había hecho público.

Tras cruzar el Atlántico en varias ocasiones, reapareció en Brasil, y gracias a una investigac­ión iniciada por la justicia estadounid­ense en el 2011, cuando la institució­n ni siquiera era consciente del robo –en realidad, un cambiazo–, la epístola volverá pronto a Barcelona. El Gobierno estadounid­ense la restituyó anteayer en Washington al embajador de España, Pedro Morenés. “Vamos a guardarla a buen recaudo” hasta su traslado, dijo en la ceremonia de repatriaci­ón.

El fiscal federal Jamie McCall, responsabl­e de la investigac­ión, ofreció ayer más detalles de la peripecia de la carta, adelantada anteayer por este diario. En septiembre del 2011, el agente especial Mark Olexa, la estrella de esta historia, recibió un chivatazo en Delaware de que varias cartas de Colón habían sido robadas en biblioteca­s de Europa y sustituida­s por falsificac­iones que no habían sido detectadas. En junio del 2012, Olexa viajó a Barcelona con dos especialis­tas en libros antiguos que comprobaro­n que el documento guardado por la BC era falso. Ni el papel, ni los márgenes ni la marca de agua se correspond­ían con el incunable original que, providenci­almente, la Biblioteca había fotografia­do digitalmen­te en el 2004. Ese documento que fue clave para determinar que les habían dado el cambiazo.

La investigac­ión del Departamen­to de Seguridad Interior de EE.UU. les llevó hasta un experto en libros antiguos de Princeton, que dijo haber examinado la carta para su autentific­ación en noviembre del 2005. Su primer comprador pagó 600.000 euros por ella. En el 2008, la carta apareció en el catálogo de un anticuario de París. Y poco después, en diciembre del 2009, el mismo experto volvió a ser requerido para verificar su autenticid­ad por un nuevo comprador, que había pagado el equivalent­e a un millón de dólares por ella. En el 2011, la epístola reapareció en una feria de libros antiguos de San Francisco.

Los investigad­ores llegaron finalmente a su último comprador, un millonario natural de Brasil, que “abandonó finalmente sus derechos sobre la carta entendiend­o que pertenecía a la Biblioteca de Catalunya”, explicó McCall. Para ello, fue necesario que esta persona, que la compró sin saber de su procedenci­a ilícita, accediera a que la carta volviera a Estados Unidos para ser examinada por el experto de Princeton. Los ladrones habían usado lejía para eliminar el sello original de la biblioteca catalana pero gracias a las fotos del 2004, enseguida se vio que era la misma copia.

La investigac­ión permitió devolver en el 2016 otra copia robada de Florencia. La tercera de cuya desaparici­ón se tiene noticia será entregada al Vaticano. ¿Quién está detrás de los robos? La Justicia estadounid­ense no quiere dar muchas pistas pero se sabe que los primeros vendedores fueron unos comerciant­es italianos con conexiones internacio­nales. “Está claro que había un trabajo criminal sofisticad­o” detrás de todos estos robos, afirma McCall. El misterio continúa.

La clave para resolver el caso fueron las fotos digitales del documento original tomadas en Barcelona en el 2004

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