May salva su enésima crisis por el Brexit
SI David Cameron hubiera sabido las consecuencias que tendría para él mismo, para su partido y para Gran Bretaña su decisión de convocar un referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, probablemente se lo hubiera repensado. Pero los hechos son irreversibles y ahora es la sucesora de Cameron, Theresa May, quien debe afrontar las consecuencias de la decisión soberana del pueblo británico y de su ya célebre frase “Brexit es Brexit”.
La batalla en el seno del Partido Conservador entre partidarios de un Brexit duro y favorables a una salida soft de la UE no ha hecho más que aumentar en los últimos meses y a la primera ministra le ha tocado hacer de apagafuegos mientras ve como le siguen creciendo los enanos en sus propias filas. La amenaza de crisis en el Gobierno y en el partido tory es permanente, y la premier debe hacer equilibrios para intentar mantener una mínima cohesión interna. El último incendio ha sido la amenaza de dimisión precisamente del ministro encargado de negociar el Brexit con Bruselas. David Davis se opone al plan de May de atar al Reino Unido a las normas aduaneras de la UE durante un lapso indefinido después de que el país abandone el bloque comunitario en marzo del 2019.
Ayer May ofreció garantías a Davis para evitar su salida del Gabinete y se reunió con otros ministros brexiters como Boris Johnson y Liam Fox, poco antes de hacer público el “plan de contingencia” que se aplicaría tras el periodo de transición si Londres y Bruselas no cierran antes una solución aduanera definitiva. Davis exigía una fecha límite concreta para lograr ese acuerdo, y el plan de May –que ayer envió a Bruselas, con quien debe consensuarlo– prevé que ese periodo sería sólo de un año, hasta diciembre del 2021, y que durante ese tiempo Gran Bretaña asumiría los mismos aranceles que la Unión Europea para garantizar la fluidez comercial y fronteriza en Irlanda del Norte. Con estas promesas, May intenta apaciguar a sus críticos, defensores de un Brexit sin concesiones y temerosos de que el acuerdo se eternice y vacíe de contenido su salida del club comunitario.
Antes de su marcha a Canadá para asistir a la cumbre del G-7, la premier británica ha vuelto a tener que emplearse a fondo para sofocar otra revuelta en el seno de su propio Gobierno y la salida de él del ministro que lleva la negociación con Bruselas, lo que en un momento tan delicado de estas negociaciones sería un golpe desastroso a la estrategia de la primera ministra. Lo dicho, a May le siguen creciendo los enanos.