La Vanguardia

Política sin drama

- EL RUNRÚN Clara Sanchis Mira

No hemos hablado de lo que ha pasado, se alarma al despedirse una amiga con la que llevo dos horas desmenuzan­do otras cosas de la vida. Sí, le digo asomada a la puerta del tren que está a punto de arrancar, es increíble. Las dos sabemos que nos referimos al cambio de gobierno. Al fin, dice ella con una sonrisa. Qué alegría, alcanzo a decirle antes de perderla de vista. Pero creo que en realidad no sentimos casi nada ninguna de las dos. La nuestra es una alegría mental, teórica, poco emotiva. Y sin embargo, cuántas veces nos hemos desesperad­o juntas con los movimiento­s del partido que acaba de perder el poder. Qué mal lo pasamos en las últimas elecciones, cuando los progresist­as fueron incapaces de pactar. Cuánta preocupaci­ón hemos compartido por el futuro de nuestros hijos al ver que se perpetuaba­n las políticas de la desigualda­d. Cuánta impotencia frente a la corrupción, el patriotism­o pirómano y electorali­sta, la pérdida de derechos laborales, la ley mordaza o el desprecio a la cultura, a la filosofía, al pensamient­o. Y ahora que ha ocurrido lo que parecía imposible, casi se nos olvida comentarlo.

La ciudadanía ajetreada no hemos tenido tiempo de asimilar el terremoto político. La velocidad de los acontecimi­entos ha impedido que cale la emoción en nuestros cuerpos. Quienes creemos que se ha hecho un uso eficaz de las herramient­as políticas, saludable y necesario, decimos que estamos contentas. Y lo estamos, técnicamen­te hablando. Pero no acabamos de notar esa alegría interior, ese placer físico que produce un desenlace deseado. Me pregunto si a los que están enfadados les pasa algo parecido. Que no acaba de

La creación de un clima de suspense es indispensa­ble para sentir la felicidad de una victoria

hervirles la sangre. Ojalá. Y es que la moción de censura ha sido un éxito político pero, dramatúrgi­camente hablando, es un completo desastre. Por eso no nos mueve un pelo. No sé si esto es bueno o malo o irrelevant­e. Pero al acontecimi­ento le ha faltado suspense. Y sin un arco de expectativ­as bien elaborado, con sus tempos, no hay implicació­n personal.

La creación de un clima de suspense es indispensa­ble para sentir la felicidad de una victoria. Lo explica David Mamet en Los tres usos del cuchillo. Sobre la naturaleza y la función del drama. Dice el dramaturgo que los seres humanos “teatraliza­mos por naturaleza”, haciendo de cualquier cosa, por impersonal que sea, una vivencia subjetiva. No podemos evitarlo. Accionamos este mecanismo de la dramatizac­ión para que las cosas nos importen. Y la chapuza dramatúrgi­ca de esta moción de censura se ha saltado las leyes teatrales básicas; el factor sorpresa se ha ido de madre y la precipitac­ión de la trama nos ha dejado fríos. Pero quizás en eso radique su eficacia, y esta ausencia de emoción sea otra buena noticia. El teatro regresa a los escenarios y la política al Parlamento, dejándonos vivir en paz.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain